Disculpen que relate una fábula de esas que se leen en redes para reflexionar, pero que por desgracia cada vez está más de moda en todos los ámbitos, también el educativo. Cuenta la fábula que corría por el prado un burro al grito de "el prado es celeste". Un tigre, al oírlo, decidió corregirlo diciéndole que el prado era verde. El burro insistía en su afirmación mientras que el tigre incrédulo más le espetaba en su error. A tal grado llegó la discusión que el tigre, seguro de que el prado es verde, al ver que no convencía al burro le propuso que acudieran al rey de la selva, al león, para que este dilucidara si el prado era verde o celeste y así sacara al burro de su error.
Prestos corrieron a ver al león, que yacía plácidamente en la sabana, cuando el burro, a pleno pulmón, despertó al rey de la selva al grito "Mi rey, mi rey, ¿a que el prado es celeste?". El león, sorprendido, preguntó al burro qué había pasado y por qué le preguntaba tal cosa. Cuando éste escuchó la historia, le dijo al burro: "Sí, el prado es celeste", a lo que el burro le contestó que castigara al tigre por su obstinación y así fue como castigó al tigre a guardar silencio durante cinco años. Mientras el burro se alejaba sonriendo y gritando que el prado era celeste, el tigre, atónito y extrañado, le dijo al león: "Mi señor, el prado es verde", a lo que éste respondió: "Cierto, el prado es verde". Al oír dicha respuesta no pudo más que preguntar a qué venía entonces el castigo.
El león, serenamente, respondió: "De un animal como el burro, que ve el prado celeste, llevándole la contraria no sólo no sería capaz de convencerlo, sino que estaría discutiendo con él todo el día, mientras el prado seguiría verde. Pero de un animal inteligente como el tigre, que tenga que despertarme para que convenza al burro de que el prado es verde, eso sí merece un castigo".
La moraleja es bien sencilla. No se puede discutir con un burro, y menos convencerle. Pero, sobre todo, no perder el tiempo haciéndole caso. Teniendo en cuenta que las fábulas hacen referencias a animales y no a personas, ante todo aclarar que no es mi intención llamar burro a nadie.
Sí, ustedes perdonen, pero estamos llegando a tal punto que, sin intención o con ella, e insisto en la metáfora, visto lo que le pasó al burro, cada vez hay más burros que ven o quieren hacer ver, y no sólo a los tigres, que sus prados son celestes. O, para que me entiendan mejor, que todo el monte es orégano. Pues no.
Sin intención de hablar de política, que luego se me malinterpreta si hablo de lenguas vernáculas, mesas y diálogo para hacer el verde celeste, y demás celestes que no vienen al caso, sí me vino a la mente mientras leía la fábula en un podcast, un titular donde se afirmaba que "La escuela pública se refuerza". Estimados señores, la escuela pública, por desgracia, está pasando del verde de los prados al verde del moho, el que empieza a crecer en sus aulas ante la falta de alumnado y profesorado, pero si usted lo ve celeste, y tan claro como un cielo de verano, no se preocupe, que no voy a discutirlo.