Valga este pequeño artículo de algo tan grande, mi pequeño homenaje a nuestro sabio. Y para entrar en materia vamos a corretear entre ese entramado macroscópico y microscópico de las circunvalaciones cerebrales que tan profundamente estudió don Santiago.
Podemos preguntarnos, o yo al menos lo hago, ¿cómo de la materia inerte, del polvo de estrellas (materia compuesta por elementos inertes) pudo surgir esa materia inteligente, las neuronas, qué culminó al cabo de siglos de evolución en el cerebro humano?
El cerebro humano está compuesto en un 80% de agua, 10% de lípidos y 8% de material proteico, y el resto por carbohidratos y sales inorgánicas. A partir de estos ingredientes se conforma un órgano tremendamente complejo, y “mientras éste sea un misterio, el universo continuará siendo el gran misterio”. Las neuronas aparecen hace 600 millones de años a partir de esta materia inerte, y se empiezan a organizar formando centros cada vez más complejos hasta llegar al cerebro humano, que nos ha llevado a modo particular a preguntarnos por nuestro propio origen, o como decía Pessoa de mirar al universo y preguntarse de dónde venimos. Algo parecido a ese trozo de madera que se da cuenta de que es un violín, de Arthur Rimbaud.
Quizá sea éste el mayor enigma de la existencia humana, el cerebro.
Una de las formas de estudiar el cerebro puede ser tender puentes entre la Ciencia y la Filosofía. De hecho, uno de los avances de la neurociencia consiste en dar explicación científica a determinados conceptos y creencias de los sabios griegos y latinos. Pitágoras decía “Educad a los niños y no tendréis que castigar a los hombres”. Sin saber mediante que mecanismo, él sabía que la educación modificaba el cerebro. Los científicos en general tendemos a pensar que tenemos unos pensamientos muy actuales, pero la Filosofía nos lleva siglos de ventaja, y por eso hay que leer filosofía, historia y literatura para inspirarse en el estudio del cerebro.
No meditamos lo suficiente, y en este sentido la neurociencia debe protagonizar una auténtica revolución cultural si logramos responder a determinadas cuestiones, como: ¿qué nos hace humanos, o cómo se regula nuestra esfera emocional? Debemos aprender que nosotros somos nuestro cerebro y debemos aprender a cuidarlo de agentes tóxicos, drogas, sobresfuerzos, estrés emocional o psíquico. La educación determina cambios funcionales en el cerebro, por tanto es crítica para disfrutar de un cerebro sano, más humano y civilizado. L educación es imprescindible para “Descifrar el vuelo de las mariposas del alma o ese beso protoplasmático” (sinapsis) de Cajal, que dan lugar a la cognición y al comportamiento.
Cajal se refería a la plasticidad del cerebro, y él representa un antes y un después en la neurociencia. Nuestro Nobel intentó explicar mediante el cerebro (desde su punto estructural) aspectos como el que he mencionado arriba sobre Pitágoras y otros conceptos que se han aceptado como verdades filosóficas. También cómo el hombre es capaz de aprender nuevas ideas y comportamientos, o cómo buscar un por qué en la estructura del cerebro y en su plasticidad o dinamismo.
Las neuronas son como árboles, de hecho sus prolongaciones terminales a las que llamamos dendritas deben su nombre del griego que quiere decir árbol. Al microscopio parece que estamos visitando el espacio extraterrestre, como una amalgama o colección de pinturas abstractas que impresionan por su belleza. Hoy sabemos que el secreto de la actividad mental no reside en las neuronas a nivel individual, sino en esas leyes que regulan sus relaciones. Y gracias a esas complejas conexiones somos capaces de realizar tareas extraordinarias que nos distinguen de otros mamíferos. Personalmente siempre me he preguntado durante mis estudios de formación si existen neuronas específicamente humanas. En efecto, se ha demostrado que el cerebro humano posee células (neuronas) que no se encuentran en otras especies, aunque en realidad nuestro cerebro es tan único como también lo es el cerebro de un perro o de un gato. Es decir, existen tantos mundos mentales como cerebros, y cada uno somos diferentes. El problema es creer que los cerebros de los mamíferos son muy similares y que su única diferencia es la complejidad del cerebro humano: más grande, más complejo, más conexiones… No solamente el cerebro humano es más complejo, sino que tiene estructuras que son únicas. Quizá la creación artística sea un atributo exclusivamente humano, luego veremos que hay alguna excepción, y a su vez el arte es inspiración para el científico, como lo fue para Juan Ramón Jiménez o para Cajal.
No estamos solos en el mundo de las ideas, cuando uno se pregunta que está pensando nuestro perro en realidad nunca lo sabremos. Empezando por su retina que es distinta a la nuestra, y su visión de los objetos es diferente a la nuestra, pero al mismo tiempo existen similitudes con nuestro mundo y sentimientos; también se deprimen y en otras ocasiones nos muestran su alegría o placer.
Hay estrategias de los animales muy singulares, como el vuelo de la mosca de la fruta, las estrategias de las abejas, la enorme capacidad e inteligencia de algunos córvidos, la memoria de los elefantes. Algunos animales tienen la habilidad de engañar a otros para emular que están guardando la comida en determinados lugares, no siendo cierto. Estos actos nos parecen “muy humanos”, y sin embargo no son exclusivos del H. sapiens.
Confucio afirmó: “Me preguntas por qué compro arroz y flores?
-Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir”.
Es decir, surge en nuestro interior la necesidad de lo bello. ¿Qué evolución tras extraordinaria ha tenido que acontecer para que un cerebro humano como el de Juan Ramón J. ´haya sido capaz de crear esa prosa poética tan maravillosa inspirada en algo real y material como es la naturaleza? La producción artística y sobretodo la producción del arte es algo exclusivo del ser humano, o más bien casi exclusivo. En la naturaleza existen ejemplos como el de los pájaros pergoleros que para atraer a la hembra hacen construcciones de restos de la naturaleza, que decoran con colores vistosos.
Nuestros antecesores seguro que observaros atardeceres maravillosos, pero no pudieron plasmarlo porque no existía la riqueza del lenguaje, ni la escritura. Nuestro cerebro es el mismo, pero no así la revolución cultural ni tecnológica. La neurociencia va a ser un motor sociocultural de primer orden cuando aprendamos que nuestro cerebro somos nosotros. En ocasiones se ha relacionado el volumen craneal con el aumento de las capacidades humanas, aunque hoy sabemos que el tamaño del cerebro de los neandertales era superior al de los humanos, y que el tamaño de nuestro cerebro se redujo un 10% durante el Holoceno precisamente durante esos tremendos avances de la cultura y la civilización.
Hay cerebros humanos también mucho más pequeños (menos cantidad de neuronas también) y sin embargo gozan de una extraordinaria inteligencia, y lo contrario. Cuando hablamos en general del tamaño del cerebro nos referimos en el contexto de la evolución de los homínidos: australopitecus y erectus gozaban de cráneos menores. No es solo el tamaño lo que nos ha hecho ser únicos, y aquí entrarían en juego las llamadas neuronas espejo. Esas células en las que se refleja la acción del otro, por las que una persona adquiere la facultad de imitar a otra. Pero tampoco son un atributo exclusivo del cerebro humano.
Otro enigma es cómo se produce la individualización del cerebro, que hace que cada persona sea distinta. Es debido a que nuestras conexiones cerebrales dependen mucho del entorno, y está claro que no pueden darse dos personas que tengan las mismas vivencias en todo momento. Entonces nuestro cerebro, gracias a esa plasticidad va formando circuitos y va cambiando. Aunque las conexiones puedan ser similares, a la vez son individuales y diferentes. Incluso los gemelos también son distintos. El que un individuo sea más o menos inteligente, creativo depende de lo que genéricamente conocemos como las bases biológicas de la inteligencia, y de las posibilidades que indudablemente haya tenido de desarrollarse. Además del componente genético es necesaria una educación, una actividad que te permita un desarrollo personal (el ambiente).
Otra cuestión de interés de la que ya hemos hablado es la relación entre la creatividad y la enfermedad mental. Edgar Allan Poe escribió: “Los hombres me han llamado loco, pero todavía no se ha resuelto la cuestión de si la locura es la forma más elevada de la inteligencia. Mucho de lo glorioso, de lo profundo, si no todo, surge de una enfermedad del pensamiento” y Rubén Darío decía “Esos divinos semilocos” que son los responsables del progreso humano gracias a su peculiar chispa. Un gran elenco de artistas, pensadores y científicos excepcionales, grandes héroes, padecían enfermedades mentales o del pensamiento. Lo verdaderamente sorprendente es cómo es posible que esos cerebros sean posibles con su pequeña semilla de interactuar como catalizadores y líderes de ese big bang cultural.
El estudio de la enfermedad de las lesiones cerebrales nos ayudan a entender el cerebro y la tecnología aplicada a la neurociencia nos está permitiendo avances asombrosos. La neuronas son muy pequeñas, a razón de diez milésimas de milímetro. Y son incoloras, entonces los métodos de tinción deben ser selectivos, para según que neuronas queramos marcar.
También podemos preguntarnos por ese mágico canto de las neuronas que tiene que ver con la mayor o menor agrupación de las espinas dendríticas. Cada espina sería una nota musical. Así, en determinadas enfermedades abundan los silencios, en relación con la ausencia de mayor o menor número de espinas de las dendritas. Permite reconocer un enfermo con Alzheimer donde se van perdiendo progresivamente las espinas de las dendritas de las células piramidales; “esas mariposas del alma” que llamaba Cajal que están relacionadas con la cognición. Lo mismo que los planetas sonaban según los antiguos griegos, existe también una música dentro de nuestro cerebro.
Pero, ¿cómo emergen nuestras ideas?, el proceso de génesis de las ideas a partir de esa chispa es desconocido en realidad. Lo que sí parece estar admitido es que las ideas surgen de la interacción de las llamadas neuronas de concepto.
Muy interesante es lo que se refiere a nuestra conciencia, toma de decisiones y el libre albedrío. Nuestro cerebro toma a veces decisiones incluso antes de que seamos conscientes de que las hemos tomado. Estamos determinados en parte, pero a la vez somos libres para tomar determinadas decisiones. Creemos que somos libres porque somos conscientes de lo que hacemos, pero ignoramos porqué lo hacemos. En ocasiones mandamos la orden de cerrar una puerta y actuamos, pero en el mismo momento podemos tener una idea opuesta, pero ya no hay tiempo para rectificar porque la acción ya está siendo ejecutada. Y no podemos inhibir esa acción.
Otro asunto clave donde el cerebro juega un papel capital es la búsqueda eterna de la inmortalidad. Parece una utopía, o una distopía poder volcar nuestro cerebro, lo que somos, en una máquina. Pero eso no es posible, lo mismo que de una fábrica no podemos volcar el humo y esperar tener un coche como resultado. Si nos preguntamos sobre si algún día seremos capaces de crear un cerebro a imagen y semejanza del nuestro, en realidad la naturaleza a través de la evolución ya ha sido capaz de crearlos. Eso ya fue inventado por la naturaleza después de millones de años. Teóricamente el cerebro que quizá fuéramos capaces de construir en muchas décadas sería un cerebro genérico, y además, correríamos un peligro: podríamos perder el control sobre él, y sobre las máquinas inteligentes. Las máquinas se pueden comunicar entre ellas y puede que no seamos capaces de entenderlo, esto es un peligro y produce cierto miedo. Hoy ya tenemos ordenadores que juegan al ajedrez mejor que grandes maestros, que saben de todo y todas nuestras cuestiones pueden contestarnos, que pintan, crean música, poesía.
Otro concepto es que nuestro cerebro continúa evolucionando cultural, pero quizá también biológicamente. Incluso llegaría a producir nuevas conexiones cerebrales en un futuro cuando salgamos a colonizar otros planetas o lunas. El cerebro humano ha evolucionado de esta forma en nuestro medio, pero si salimos de este entorno al cabo de milenios se generaría una nueva especie y un nuevo cerebro adaptado a ese medio planetario, H sapiens del espacio/Hombre sabio del espacio. En los 90 Bush lo declaró como la década del cerebro y la NASA propuso estudiar el efecto de los vuelos espaciales en el cerebro.
Aunque también y paralelamente gracias a las técnicas de aumentación y transhumanismo, según afirma José Antonio Ruíz, autor de “El último sapiens”, las nuevas generaciones asistirán a lo largo de este siglo XXI, el día menos pensado, a la existencia de un Homo no sapiens que será el primero de otro grupo evolutivo, de otro linaje. La evolución humana, en fin, no terminará en Darwin o Lamarck.
La salud, la trasmisión cultural y la educación son piezas clave y deben tenerse en cuenta si aspiramos a una sociedad mejor y más justa. Por el contrario las guerras, ya no solo por las vidas que se pierden sino si consideramos el valor económico de un misil (50.000 a 100.000 euros), si el costo económico de éstos que se lanzan a cientos se invirtiera en educación, sanidad y en erradicar la pobreza se lograrían superar estos objetivos.
Debemos investigar en el cerebro, hacia dónde voy, qué significa la muerte, cómo guardamos la memoria, y por el contrario cómo perdemos nuestra identidad en determinadas enfermedades. Así llegaremos a comprender mejor a este órgano tan misterioso y al universo, como dijo Cajal.