Según la prensa española, se estima en 170.000 euros el precio desembolsado por Doña Ana García Obregón, de 68 años de edad, para conseguir una hija en Miami a través de la mal llamada maternidad subrogada o vientre de alquiler. Además se ha revelado que la gestante ha sido una mujer y el óvulo fecundado ha procedido de otra mujer distinta a la gestante. Para que no falte requisitos propios del mejor culebrón televisivo, se especula si el semen ha podido provenir de su hijo fallecido, que dejó muestras de semen antes de someterse al tratamiento de cáncer que sufrió.
La primera imagen publicada en la portada de una conocida revista del corazón muestra a una señora en silla de ruedas, con un bebé en brazos, como si saliera en persona de dar a luz del hospital, donde se aprecia la pulsera sanitaria en ambas que las identifica como madre e hija. O quizá sea la imagen de una señora más propia de ser abuela que madre, porque la edad biológica no perdona, más allá de apariencias y posados para la venta de la exclusiva.
Cuando media un precio o contraprestación económica existe un contrato entre quién da y quién recibe y una mercancía cuyo valor ha sido pactado entre las partes. Por desgracia esta vez la mercancía es una recién nacida, cosificada, sin ni siquiera voz para ser oída antes de la transacción; Sin embargo, lo importante de la noticia es lo feliz y emocionada que se encuentra la Sra. García Obregón porque ya no volverá a estar sola.
Hablemos claro: la Sra. García Obregón no ha sido madre, ha sido una decisión claramente egoísta y egocéntrica y por dura que sea la expresión la realidad es que se ha comprado una hija como si de un carísimo bolso o abrigo de piel se tratara. Sin lugar a dudas, si vemos bien esta manera de actuar incluso en contra de la ley española que prohíbe la gestación subrogada en nuestro país o si justificamos este proceder en base a argumentos variopintos, es que hemos perdido definitivamente el norte.