Y una vez rimido, nada de lo prometido.
Disculpen la rima, pero es lo que suele pasar cada cuatro años, que nos llegan promesas de todo tipo y de toda índole, de un lado y de otro, y siempre, o la mayoría de las veces, como decía De La Rochefoucauld, prometemos según nuestras esperanzas y cumplimos según nuestros temores.
Es lo que nos viene pasando en Educación desde hace demasiado tiempo, legislatura tras legislatura, que se nos promete la esperanza de además de mejorarla vía cambio legislativo, el ya famoso, famoso por que lo único que le falta es salir en cuarto milenio, estatuto docente, carrera profesional, o el repetido mantra de: “esta será la legislatura del profesorado”, para finalmente cumplir los temores, o el temor, cambio legislativo con denominación de origen del que gane las elecciones, partido o últimamente coalición.
Es curioso, para aquellos que no siguen ciertos trámites parlamentarios, comprobar cómo se intenta legislar desde el ejecutivo central, sobre materias o cuestiones de competencia autonómica o regional, a sabiendas que sin estatuto docente, legislación orgánica o decreto ley, sólo es papel mojado, palabras que se lleva el viento, como pudieran ser ratios, horas lectivas o incrementos salariales para ciertos colectivos a los que se les multiplican las obligaciones y se les restan las condiciones no sin compensaciones, que no es la palabra adecuada, sin reconocimiento por el trabajo realizado.
Si de verdad, queremos prometer para cumplir, y no para rimar con lo prometido, es necesario transmitir confianza y para ello lo que se prometa, debe ser al menos competencia del proponente, a nivel salarial y sociolaboral, y la única vía a día de hoy es a través de un estatuto docente, carrera profesional y en su defecto, proposición de Ley y en último caso Decreto Ley, siempre dependiendo de la proposición para adecuar el contenido al trámite y a la urgencia.
Curioso también cuando esas supuestas mejoras o subidas no parten de partido alguno a conquistar el congreso si no de ciertas centrales que al pedir café para todos, hacen que nadie tenga leche.
Dice un refrán popular que más vale un "toma" que dos "te daré" y no le falta razón, porque el futuro en nuestro caso particular termina siendo el “hoy no, mañana” de José Mota, y las promesas no cumplidas no sólo generan desconfianza, también apatía, máxime cuando se promete aquello que no se puede cumplir, o cumplen con aquello que saben no pueden ejecutar.
Lo cierto es que el profesorado está cansado de promesas vacuas algunas y sin cumplir la mayoría y ninguna sociedad puede avanzar sin reconocer a sus docentes, porque en ellos y en ellas radica el verdadero futuro de nuestro sistema de bienestar y progreso social, laboral y económico, garantes de la conquista de derechos individuales y colectivos a largo plazo.
En Educación, una vez metido, hay que cumplir lo prometido, que suena mejor que alterando el orden de los gerundios.