Unos de los principios básicos de una sana construcción social es la búsqueda del bien común. Eso se hace especialmente visible cuando nos acercamos a un proceso electoral, porque la razón de la autoridad política es precisamente el bien común. Esto se nos olvida con frecuencia, por lo que habrá que recordarlo a menudo: ¿Para qué sirve la política? Para procurar, edificar y cuidar el bien común. Todo lo demás es accesorio.
Pero ¿qué es el bien común? La Doctrina Social de la Iglesia lo define como «el conjunto de condiciones de vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de su propia perfección». Entender qué entra en esta definición y qué queda fuera, nos puede ayudar a reconocer el acierto o el error de las propuestas políticas que se nos ofrecen.
El bien común se refiere a las condiciones de vida social, las circunstancias que influyen en las relaciones con los demás, haciendo su desarrollo posible y más sencillo. ¿Qué condiciones son esas? Cada época y cada lugar tiene sus retos, pero actualmente podríamos concretarlas en disponer de unos medios de subsistencia dignos, una vivienda, un trabajo, un salario decente; vivir en un entorno pacífico, sin violencia, seguro, sano, saludable, donde la vida humana sea un valor a proteger incondicionalmente; tener acceso a la educación según tus convicciones, a la transmisión de la cultura, con libertad en el acceso a la información y libertad de expresarte; libertad para viajar, para asentarse en otro lugar, libertad religiosa, libertad de culto sin tener que ocultar la fe; contar con la protección de los poderes de Estado, especialmente para los más frágiles, sin injerencias arbitrarias en la vida personal, sin sentirlos como una amenaza. Disponer de un sistema jurídico justo y estable, poder desarrollar una familia, alcanzar una vejez tranquila… Todas estas cosas, y algunas más, configuran ese conjunto de condiciones de vida que nos permiten desarrollarnos plenamente como personas. ¡Y tanta gente carece de ellas!
Las autoridades políticas deben concentrarse en el bien común, pero construir el bien común es obligación de todos, personas individuales, familias, asociaciones, empresas, universidades… todos deben contribuir de su parte para que todo lo anterior alcance a todos.
Desgraciadamente, nos encontramos con frecuencia actitudes que van en contra de la edificación del bien común. A veces por la tendencia al control de las autoridades, asfixiando la iniciativa de los particulares, regulando cualquier relación económica con un desmedido afán recaudatorio, o cualquier actividad personal, tabulando lo socialmente correcto. El afán controlador de los estados modernos no contribuye al bien común.
En el otro extremo está el individualismo (todo para mí) o el colectivismo (todo para mi grupo). Esta nueva tendencia de colectivizar a la humanidad fragmentándola en artificiosos segmentos de interés dificulta también el bien común, porque degrada las relaciones realmente personales y clasifica la dignidad de las personas según su pertenencia a un grupo o a otro. Otra variante de esto último son los nacionalismos, que fomentan la victimización para diferenciarse de los otros, considerándolos inopinadamente enemigos.
El bien común requiere un equilibrio entre la protección y la libertad, no puede faltar ninguna. No se trata de asegurar la felicidad, sino de crear las condiciones para que la búsqueda de esa felicidad sea más personal, más plena y más fácil.
Nadie puede quedar fuera del bien común. Si se limita su alcance, dejará de ser común, si solo sirve a una parte, dejará de ser un bien. En el devenir histórico a veces hay que gestionar circunstancias difíciles que limitan el alcance de los bienes deseables para todos. En esos momentos, luchar por el bien común significa resolver la raíz de los problemas, luchar por un futuro mejor y avanzar hacia él lo más rápido posible. Dramas actuales como las migraciones, las guerras o los desastres naturales no deben impedir que busquemos soluciones satisfactorias para todos, si no para ahora mismo, sí para un futuro inmediato.