Paco Núñez ha estado a un paso de sumar con Vox en Castilla-La Mancha, pero no ha podido con un todoterreno de la política como el socialista Emiliano García-Page. Su nueva mayoría absoluta, segunda consecutiva en la región que le abre la puerta a su tercera legislatura como presidente de la Junta, ha sido ajustadísima al baile de un sólo escaño, pero muy amplia e incontestable sobre el PP de Núñez, que se ha quedado muy lejos de sus expectativas durante la campaña. Estaba claro que Page iba a ganar estas elecciones, eso parecía muy evidente y lo sabían en el PP, pero quedaba la duda de la mayoría absoluta ante un Paco Núñez que ha terminado desinflándose en un resultado abiertamente insuficiente.
La victoria de García-Page es agridulce y tiene su punto de amargura, pero la derrota de Núñez inicia un camino complicado en su trayectoria política. Ya veremos. En el caso del díscolo barón socialista, el referente más abiertamente antisanchista que tiene el PSOE y cuya rebeldía adquiere ahora una nueva dimensión, su victoria en la Junta, que tanta felicidad le ha dado, viene acompañada de una severa derrota municipal en los grandes ayuntamientos de la región y ese nuevo equilibrio que se abre es un golpe doloroso para un dirigente socialista acostumbrado a tener todo el poder territorial. Que Sánchez haya llevado esta noche electoral al PSOE a la debacle casi absoluta también es un disgusto para Page, digamos presuntamente, ya que es su partido el que se hunde, pero la posición interna que ahora puede empezar a tener es un interesante futurible que probablemente le llene de ilusión. El sanchismo ha destrozado a los socialistas en toda España, pero Page es la aldea gala, el último mohicano, el resistente en medio del naufragio general. Es una victoria personal, un sello propio. Ahora todos miran a García-Page en el PSOE, ya veremos para qué.
Esa perspectiva es un interrogante ahora mismo, pero ahí queda para lo que pueda pasar a partir de ahora. Todo debe repensarse ahora en el PSOE, sobre todo con las elecciones generales a la vuelta de la esquina. Que Page haya resistido en medio del hundimiento de sus grandes alcaldes en Castilla-La Mancha y en mitad del tsunami en el resto de España le convierte casi en un héroe dentro del partido. Ya veremos este río si se cruza y cómo evoluciona la corriente.
Pero volvamos a Paco Núñez. Su derrota también tiene una marca personal. Obviamente. Es verdad que tenía enfrente al rival más difícil de batir, pero el PP ha ganado abultadamente en toda España y sus candidatos a las grandes alcaldías de la región podrán ahora ser alcaldes en coalición con Vox. Es decir, ha perdido en medio de la foto de la felicidad que anoche mostraron en el balcón de Génova Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso y que era la felicidad de casi todo el PP en todas partes. Núñez ha hecho una gran campaña, ha trabajado intensa y activamente y ha sido un gran rival para Page, pero por razones que habrá que analizar no ha ilusionado al número suficiente de castellano-manchegos y sale derrotado de esta noche electoral. En todo caso, su buen trabajo merece reconocimiento y cabe suponer que así será. El panorama que se abre es complejo y Núñez tendrá que saber gestionarlo.
Castilla-La Mancha ha hablado en las urnas, en una doble dirección. La Junta para Page. Los ayuntamientos para el PP y Vox. Es lo que hay. De momento. Castilla-La Mancha mágica, territorio emblemático. Tal vez de aquí salga la puntilla para el sanchismo. O no.