Este 23 de septiembre se cumplen 110 años desde que en Argentina se promulgara la primera ley aprobada en el mundo para defender los derechos de las víctimas de delitos sexuales y la esclavitud conocida como “Ley Palacios”.
Este hito motivó que el 23 de septiembre fuera declarado como el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas, por la Conferencia Mundial de la Coalición contra el Tráfico de Personas, en coordinación co la Conferencia de Mujeres celebrada en Bangladesh en 1999.
En estos 110 años no hemos conseguido erradicar esta lacra que se ha convertido en la principal forma de esclavitud del siglo XXI.
A día de hoy la trata de personas con fines de explotación sexual es un delito internacional que mueve millones de euros. Y está considera como el segundo negocio ilegal más lucrativo del mundo, tan solo por detrás del tráfico de armas.
Así mismo, el Parlamento Europeo estima que la prostitución a nivel mundial mueve hasta 160.0000 millones de euros al año. De los cuales España se queda con el 14%, alcanzando una cifra de 22.800 millones anuales.
Por otra parte, nuestro país sigue siendo uno de los principales lugares de destino de las víctimas de explotación sexual. Se calcula que alrededor de 1000.000 mujeres y niñas entran cada año procedentes de diferentes países de nuestro continente.
Lo hacen amenazadas y obligadas a ejercer la prostitución. Coaccionadas porque saben que si no lo hacen, sus familias pagarán las consecuencias en sus países de origen.
Es importante recordarlo pues a día de hoy todavía hay quien normaliza la prostitución “como el oficio más viejo del mundo”. Alegando que al ser algo “que ha existido siempre” no se puede erradicar.
Y mientras este concepto social siga presente no conseguiremos acabar con la mayor forma de esclavitud de nuestro tiempo.
Por ello quiero aprovechar la oportunidad que nos ofrece la institucionalización de este día para intentar corregir ese falso concepto, pues la prostitución no es el oficio más antiguo del mundo, es la evidencia más antigua de la desigualdad y la violencia contra las mujeres.
Pues hasta que no acabemos con esta visión normalizada y pongamos el foco en la demanda, seguiremos siendo cómplices.