“No apartes tu rostro del pobre” es el lema de la VII Jornada Mundial de los Pobres 2023 que se celebra el próximo 19 de noviembre. Aunque el Santo Padre este día nos invita a fijarnos en los más pobres y a rezar por ellos, diariamente los pobres y desfavorecidos necesitan de nuestra atención y generosidad. El Papa Francisco en su mensaje señala que “cada día nos comprometemos a acoger a los pobres, pero esto no basta”.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua, presenta siete significados de la palabra “pobre”:
1. adj. Necesitado, que no tiene lo necesario para vivir.
2. adj. Escaso, insuficiente.
3. adj. Humilde, de poco valor o entidad.
4. adj. Infeliz, desdichado y triste.
5. adj. Pacífico, quieto y de buen genio e intención.
6. adj. Corto de ánimo y espíritu.
7. m. y f. mendigo.
Cabría pensar que una persona pobre sólo es una persona vulnerable económicamente, hambrienta, sin ropa o sin techo pero actualmente la pobreza ya no sólo es tener falta de alimentos o de recursos, sino que hablar de pobreza en nuestros tiempos tiene muchos rostros. La pobreza tiene muchas caras: pobreza energética, pobreza sanitaria, la soledad, la violencia, el aborto, las adicciones, el sinhogarismo, la falta de empleo, la falta de vivienda…
Existen muchas organizaciones sociales que ayudan a los más desfavorecidos, ofreciendo comida o un sitio para dormir; pero muchas personas necesitan de nuestra ayuda; no sólo ayuda económica sino ayuda traducida en compañía, escucha, acompañamiento u oración. No podemos apartar nuestro rostro de los más pobres. Nos tenemos que hacer pobres, porque todos los somos, porque como indica el Papa en su mensaje en esta Jornada “Si soy pobre, puedo reconocer quién es realmente el hermano que me necesita”.
Además de las nuevas formas de pobreza, el Papa Francisco destaca la pobreza que se vive en los países en guerra, y de más actualidad en estos momentos donde hay guerras “cinco estrellas” en los medios de comunicación y guerras olvidadas. “Pienso de modo particular en las poblaciones que viven en zonas de guerra, especialmente en los niños privados de un presente sereno y de un futuro digno”. Y es que una de las principales consecuencias de la guerra son el aumento de la pobreza; personas que pierden a sus familiares y amigos, su casa, su trabajo y en general su vida. La guerra, la violencia recrudece la pobreza y exclusión social, también las catástrofes naturales. Una pobreza no deseada e inesperada.
Recordemos las palabras del Santo Padre en esta Jornada: “Todos tienen derecho a ser iluminados por la caridad, nadie puede ser privado de ella”. Desde la fraternidad cristiana y desde la solidaridad, ahora más que nunca es importante estar al lado de los que más nos necesitan, especialmente los que viven en zonas de conflicto. La paz también se construye luchando contra la pobreza.