La inspiración es peligrosa en ocasiones, desaforada y contagiosa en otras. Se instala por momentos en cada célula de tu cuerpo haciendo de un día gris la jornada más luminosa.
Sin embargo, no siempre estamos inspirados para vivir. La inspiración proviene de la palabra latina inspirare, que significa «respirar». La inspiración es la sensación de ser estimulado mentalmente para crear. Así dicho, hasta parece fría y lejana, pero nada más lejos de la realidad.
Aunque se dice que la inspiración es una estimulación mental, yo creo que esto no es del todo cierto, porque cuando una persona está inspirada siente frenesí, alegría, gozo, nerviosismo, pasión e incluso se siente libre e ilimitada, sin menospreciar las emociones que contagia al resto de los que viven a su lado y prueban de esa inspiración.
Y esa fuerza contagiosa de inspiración la tenemos en las personas que, sin pelos en la lengua ni sogas en el corazón, hablan del amor a la vida. Estas fechas son el mejor escenario en el que se desenvuelven, arrancándonos sonrisas y ganas de comérnoslos a besos. Hablo de la familia, los amigos y tu corazón.
El pasado día 24 regresé con los míos. Faltas insalvables, como los abuelos y algún sobrino en Rumanía haciendo de su Erasmus su regalo de vida, nos hicieron valorar lo bonito que es volver a mirarnos, a abrazarnos, incluso a descubrirnos. Todo sumaba, hasta esas copas de más de licores varios que nos inspiraron para dejar las vergüenzas atrás y bailar desde pasodobles a cualquier otra canción que nos hiciera elevar las voces y mover las caderas. Pido perdón a los vecinos, dicho sea de paso, pero cuando la inspiración inunda el alma es imposible atraparla.
Y sí, esos momentos de recuerdos de trastadas infantiles, de juergas juveniles y de apoyo profundo en las distintas etapas de la vida inspiran y te hacer mejor persona. Parece que todo lo más valioso es lo que más brilla, lo que más guapa te pone o lo que más aparenta. En una sociedad de redes puede que sí, pero en el fondo de la verdad más absoluta, lo que más inspira es lo que una vive desde lo más profundo e intenso de su ser.
Cuando hemos leído los mensajes de allegados y lejanos que se han acordado de nosotros, incluso con mensajes archirrepetidos, eso también es inspiración, porque de una forma u otra se han acordado de nosotros. Cuando las familias, de nuevo, nos hemos sentado a escuchar el discurso del Rey, este año con gran expectación por la realidad que vivimos, también es inspiración, porque todas las generaciones estaban sentadas como siempre, como es costumbre (para quienes la tengan, claro). Cuando se brinda y todos buscan los ojos del otro para sentirse parte de un todo también lo ha sido. Y así podría seguir mencionando muchas de las situaciones que en estos días hemos vivido sin darle mayor importancia.
Pero la tiene, y mucha, y aquellos que no han tenido una familia donde acurrucarse, una mesa deliciosa con el calor del hogar, unos hijos a quienes amar con toda tu alma, una pareja que te mira y te derrite de todo lo que te provoca en cuerpo y alma, lo saben muy bien. Porque todo esto es inspiración para la vida, para sentirte vivo, para ser coherente, para seguir dando gracias por cada minuto respirado.
En mi caso personal, el tener la gran suerte de poder contárselo a ustedes a través de mi columna es un regalo más de inspiración para mi propia existencia.
Tener la bendición de poder hablar de las pequeñas cosas de la vida, de saberlas grandes y únicas, de descubrirlas también en los renglones de estos textos me hace darle las gracias a Dios porque soy creyente, a mis padres por haberme traído a este mundo, a todas las personas que amo porque me inspiran infinitamente y, cómo no, a ustedes y a este diario por hacer realidad mi sueño de sentir en las palabras.
Les deseo, sin más, un maravillosa e inspiradora entrada de año y un 2024 que les haga sentir, vivir y cumplir todos sus deseos y metas.