Ya sabéis que todos hemos hecho honores para ser mejores durante el largo y tedioso 2023. Algunas cosas se nos han ido de las manos, excusándonos en el relevante hecho de que no depende de nosotros, o quizás sí. En otras, hemos logrado que la existencia ajena y propia fuera un poco mejor.
Votamos, varias veces, con unos intereses que hoy son otros porque cambiar de opinión no es mentir; gastamos en vacaciones y en unas navidades especiales porque, cuando la incertidumbre te rodea, se apuesta por el presente; y también gastamos en farmacias porque virus y gripes varias anidaron en nuestros pulmones. Y aún así, fuimos solidarios con bancos de alimentos y ONG’s varias y Cáritas para paliar la hambruna que recorre nuestras calles.
La gran mayoría de las personas adultas conservamos sueños y creemos en la magia, yo entre ellas. Yo aún preparo mi mejor par de zapatos para ponerlos en la entrada con las prebendas que camellos y ustedes precisan. Nunca se olvida aquello que desde pequeños haces por primera vez con plena conciencia y de la mano de tus padres. Como si de un ritual se tratase, porque cada 5 de enero la ilusión renace.
Nuestra sonrisa se perpetúa en la de los pequeños que nos iluminan cada vez menos, porque lo de ser madre, padres, hoy es un artículo de lujo. Aun así, la inocencia y la bondad infantil volverán a las calles en la próxima cabalgata.
Con el paso de los años nos hemos adaptado a las necesidades propias de la edad, pero, por favor, no hagáis caso de aquellos que piden planchas, aspiradoras y ollas especiales. Que ser mujer, soltero o independiente no significa que uno deje de tener ganas de sorpresas; y no dejéis demasiadas cajas de aventuras, que no todo el mundo tiene el afán de tirarse de un puente o de nadar entre tiburones. No hace falta que os lo diga, pero «lo que abunda no daña», dice el refranero español.
Y sin más preámbulos, quisiera contaros cuáles son mis deseos para esta noche de Reyes.
En primer lugar, deseo que la ilusión, la fe en la magia, la esperanza y la infinita capacidad de soñar vuelvan de nuevo a cada corazón de adulto. De tal forma que el sueño de ser profesor, doctor, periodista, peluquero, abogado, juez, político, etc., renazca con la verdadera vocación con la que se emprendieron los caminos. De tal manera, que cada uno en su trabajo y vocación sienta las ganas de ejercer con ilusión, sin el desgaste al que nos lleva la sociedad en la que vivimos.
En segundo lugar, que nuestra capacidad de asombro vuelva a emerger en cada cosa que amigos, familiares o compañeros nos cuentan, escuchando con atención lo que se nos dice mirándonos a los ojos y apartados de las pantallas. Con frases completas, con su sujeto, verbo y predicado unidos a la entonación por la que cada emoción es llevada.
En tercer lugar, que la belleza de lo simple y sencillo nos haga ricos, traednos, por favor, la sonrisa cercana, el abrazo achuchado que rebosa, el beso que derrite y los «te quiero» que tan bien sientan y tanto cuesta decir.
En cuarto lugar, traednos cajas inmensas de compasión, empatía, inteligencia emocional y menos artificial, ganas de leer, de escuchar música, de bailar descalzos en el salón y de sinceridad a manos llenas.
Y, por último, salud para poder seguir viviendo hasta el próximo año con el buen amor cargando las baterías de nuestra alma.
Pido mucho, poco será para algunos, pero sus Majestades saben bien que lo que en esta columna solicito es lo que desea la niña que aún habita en mi interior.
Sean inmensos en sus deseos y enormemente generosos en sus sentimientos. Feliz noche de Reyes.