La vida se mide en tiempos, en espacios y contextos, en emociones, en personas y también en cómo gestionamos todo ello para conectar las necesidades y soluciones del mundo rural. Esta semana he colaborado con la asociación AFAMMER Agudo, de Ciudad Real, en una jornada de emprendimiento que permitió conectar a mujeres profesionales y emprendedoras del proyecto Embajadoras de Cuenca con mujeres del enclave de la Comarca Montesur.
Parte del trayecto hasta llegar a Agudo transcurre por el Camino de Guadalupe y por pequeños pueblos como Saceruela, donde la Orden del Sácer permanece con el objetivo de dar asistencia a los peregrinos que realizan este Camino de Fe, que supone una oportunidad más para el desarrollo socioeconómico de un entorno que debe seguir creciendo en actividades de ecoturismo y cultura. El Camino de Saceruela a Agudo es verde esperanza y la ganadería extensiva pasta feliz a sus anchas, los horizontes se extienden hasta donde alcanza la vista, la naturaleza penetra en la vía y las mujeres retan a los estereotipos, contando sus historias como emprendedoras. Ejemplos como la alcaldesa, María Isabel Mansilla Piedras, que compagina su liderazgo en gestión política con la ganadería, o Emiliana Sánchez Caro, apicultora profesional de Fuenlabrada de Los Montes y directora del proyecto Apiturismo La Siberia, que está desarrollando una línea cosmética con la miel que llega hasta Qatar, o Carmen Cabrera, presidenta de AFAMMER en el municipio, que dinamiza actividades de ocio y emprendimiento para las asociadas.
En este escenario de belleza natural y calidad de vida, su historia, como la de muchas mujeres rurales es una mezcla de pasión, resiliencia y, sobre todo, una gestión valiente del fracaso con el que en muchas ocasiones se estereotipa al mundo rural. Las mujeres emprendedoras en los pueblos no solo lidian con los desafíos del entorno y la gestión del negocio, sino que también navegan por un mar de emociones que van desde la alegría y la satisfacción hasta la frustración y la incertidumbre. En la mayoría de los casos, la conexión con la naturaleza, la agricultura, la apicultura y la ganadería es profunda, y eso les permite enriquecer sus experiencias vitales, ampliarlas con otras actividades de Cultura vinculadas a las Artes Escénicas como las que presentó Teresa Valeriano o repensar nuevos modelos de desarrollo basados en la cooperación y la innovación social.
Contribuí a que tomaran conciencia del desarrollo de la competencia en gestión del fracaso, que se convierte en una habilidad crucial y significativa en cualquier viaje emprendedor. En actividades socioeconómicas donde las condiciones climáticas pueden ser impredecibles y los resultados no siempre están garantizados, las mujeres emprendedoras aprenden a adaptarse, innovar y seguir adelante incluso cuando las cosas no salen como esperaban. Ven los obstáculos y fracasos como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento, en lugar de como una señal de derrota. El Salón de Actos del Ayuntamiento de Agudo se convirtió en el escenario perfecto para cultivar esa mentalidad y también para romper el estereotipo de que a los pueblos solo regresan las personas fracasadas.
Vivir en pueblo y poner en marcha un emprendimiento es para estas mujeres un estilo de vida basado en el amor por la naturaleza y el deseo de preservar su identidad cultural y tradiciones. También es el deseo de innovar y seguir avanzando. Su trabajo no solo contribuye a la economía local, sino que también desempeña un papel fundamental en la conservación del medioambiente y la promoción de prácticas de sostenibilidad.
El relato de la vida rural no es el relato del fracaso, es una aventura emocionante y desafiante, donde cada día se presentan nuevas oportunidades y retos a superar. Las mujeres emprendedoras que eligen este camino demuestran una valentía y una determinación excepcionales. Su historia es también la inspiración del poder de la humanidad y de su capacidad de transformar situaciones difíciles en ejemplos de buenas prácticas y experiencias de éxito.