Es mejor si tienes fe o, al menos, te dejas acariciar por el misterio: Dios creó el mundo. Pero no es estrictamente necesario: basta con abrir los sentidos, despejar los demonios del corazón y dejarte arrebatar por la fascinación de entrar en la noche del templo primado y verlo todo con esos torrentes de luz. Esplendor y magia. Es Lumina. Es lo que está ocurriendo en la Catedral de Toledo. Es fascinante y fabuloso: entrar en la noche oscura de los siglos, deambulando a ciegas, y ver cómo el enigma de Dios ha iluminado el tiempo y guiado a los hombres. Sencillamente es un viaje al centro del alma humana, seas creyente o no.
Porque la esencia de Lumina es proyectar sobre ti esa mirada de luz y dejarte el alma temblando. Contarte tu historia, hablarte de ti. Quieren llevarte a Dios a través de la emoción y el misterio, aunque ya es cosa tuya dejar que esa luz pueda zarandearte por dentro y recibas el impacto en toda su dimensión. O que simplemente llegue y se quede ya para siempre. Si entras cargado de incertidumbres, Lumina no te las quitará, no deja de ser una experiencia mundana, pero lo precioso de este pequeño viaje es dejar que te lleven por ese sendero de luz y que tu efervescencia por dentro vaya labrándote las emociones. Sentir y ya está, atravesar cincuenta minutos felices.
Todo lo demás ya serán tus propias decisiones. Nada te impone a Dios. Pero Lumina lleva dentro la magia de formar parte de la noche en esa séptima maravilla que es la Catedral de Toledo, un viaje que ya ha entrado en el pequeño olimpo de mis primeras veces, y nos enseña que, pese a todo, el mundo también es alegría y esperanza y de cuánta belleza es capaz el corazón humano. La elegancia y los mundos sutiles que también están en el centro de la vida. Más allá de su vulgaridad y su rutina y las mil insignificancias que nos embrutecen todos los días. Más allá están Toledo y su Catedral, presidiendo el mundo, haciendo que sea un poco más habitable.
En todo caso, Lumina es una preciosidad y puedes disfrutarla con los ojos de un niño, con la fascinación de lo nunca visto. Verás la Catedral de Toledo con otra mirada, la luz exaltará sus detalles, el color arrebatará su excelencia, llevará al límite su grandeza. Las palabras ganarán tus entrañas. La música impactará tus conmociones del momento y el túnel divino de la noche pondrá el duende dentro de ti. Sólo tendrás que caminar y arrobarte. Pero tienes que llegar libre. Y sólo sentir. Buscar el que fuiste en tu paraíso perdido, los días azules, el verano que siempre será tu infancia. Emancipar toda la hojarasca que arrastras contigo. Ve, no te lo pierdas. Es extraordinario.