Te sorprende a veces una pequeña caricia sentimental, sutil y livianamente chispeante, que te alegra el día para todo el día. Un guiño casi imperceptible en el corazón. Una mínima vanidad en la infinita hoguera del mundo. Dos amigos queridos y entrañables, dos tipos excelentes, dos ángeles en la tierra de los que siempre aprendes y a los que estás condenado a querer desde que te los encuentras en la vida, dos buenas personas que te van animando el camino, esos dos, Manolo y Ángel, Ángel y Manolo, estaban ayer felices y yo me quedé enganchado a su entusiasmo. Su contento es el mío y me dejaron la tarde apacible y azul: hablar con ellos fue la delicia y la calma. El antídoto de la melancolía.
Y todo por un mínimo y encantador detalle. Resulta que Manolo y Ángel, se mire por dónde se mire dos grandes de Talavera de la Reina, dos ilustres, van a tener calle en la ciudad y ese gesto de inmortalidad, la mariposa que aletea en el otro lado del mundo, ha provocado un ciclón por dentro y todos estamos tan felices, Ángel y Manolo los primeros. El gobierno municipal de José Julián Gregorio ha tenido el buen gusto de dedicarle un rato a la justicia poética, o lo que quiera que esto sea, y dos plazas de Talavera van a llevar los nombres de Manolo Cerdán y Ángel Ballesteros: es maravilloso y casi un milagro que dos tíos de una vez, dos robustas personalidades, dos tipos importantes, vayan a recibir este bonito capricho del destino en los tiempos líquidos y efervescentes que corren. Y eso es una buena noticia y hasta una impronta de esperanza, así que venga otra ronda.
Manolo, mi amigo Manolo, el hombre más generoso y con la casa más abierta que conozco, va a tener su plaza en la confluencia de la avenida Francisco Tomás y Valiente con Juan Pablo II. Lo ha sido todo en Talavera y ahora también plaza, como Felipe II, un suponer que me viene al caso tratándose de un monárquico tan contumaz y apasionado. Manolo Cerdán, el hombre de las mil aventuras, el galerista, el mecenas, el emprendedor, el enamorado de la vida, de los libros, de los toros, de los amigos y de la conversación, no necesariamente por este orden, ese tío al que todo el mundo quiere en Talavera, va a tener su plaza y la galaxia es ahora un poquito más redonda, vista desde arriba y con los ojos de Dios, ese Dios que siempre lleva en su corazón. Sara Tornero, su eterna e imprescindible compañera, tuvo ayer otra alegría de las grandes y eso también vale más que cualquier cosa. Todo este festival habrá que celebrarlo: yo pongo el vino y un gran abrazo. ¿Dónde nos vemos? En la Plaza de Manolo Cerdán.
Lo de Ángel es más un torrente de quietud, donde las procesiones van por dentro y las alegrías y la fe, las corrientes interiores del alma, suelen convertirse en mística y palabras enamoradas. Poesía y regalos para los amigos. Ángel es el hombre tranquilo, el hijo predilecto al que tanto le debemos los talaveranos, el gran experto de la cerámica y la Basílica de Nuestra Señora del Prado, el sabio que nos lo ha enseñado todo de nosotros mismos y seguirá así hasta el infinito. Su plaza estará en la confluencia del Paseo de la Barrosa con la avenida del Alcalde Gonzalo Lago y allí será un amigo eterno. Profesor, estudioso, historiador, poeta, Ángel corre paralelo a Manolo en una cosa. Los genios confluyen: todos le queremos y admiramos y en Talavera es una celebridad. Un hombre sencillo, amable, todo cordialidad, es decir, todo corazón, siempre al lado de su inseparable Sagrario, con quien forma la pareja más simpática y llena de ternura que nos encontramos siempre en cualquier sitio. ¿Y ese sitio dónde está? En la Plaza de Ángel Ballesteros.
Así que el mundo gira y, a veces, solo a veces, vemos que alguna cosa sí le importa y nos da ese puntito de magia que nos reconforta y nos alegra. La gravedad universal a veces tiene su importancia. Manolo y Ángel, Ángel y Manolo, os querremos siempre. Qué bueno que vinisteis.