Vaya por delante que el día de la asignatura de estrategia política en el colegio yo estaba de novillos, pero me reconocerán Emiliano García-Page y Paco Núñez que la pobre y deshilachada puesta en escena del pacto del PSOE y el PP por el nuevo Estatuto de Castilla-La Mancha ha sido rara tirando a muy rara. Todo el mundo que ha mirado este asunto anda extrañado y no entiende bien que Page y Núñez hayan evitado comparecer juntos en un día tan importante para la región para explicar el consenso histórico al que han llegado después de un año negociaciones más o menos complicadas.
¿Qué habrá pasado? No parece muy normal que los políticos, que exprimen hasta la médula el último gramo de logro y autobombo, cierren un capítulo fundamental de la legislatura, vital para la Castilla-La Mancha de muchos años por delante, y todo quede en un par de comparecencias de perfil bajo, por separado y sin el más mínimo gesto de complicidad entre los protagonistas del momento, es decir los dos grandes partidos de la región. Se han pasado meses anunciando el acuerdo del Estatuto y, cuando al fin lo sellan y se pone en marcha el trámite parlamentario, la escenificación es de una heladora frialdad y ni un solo momento juntos.
Dos circunstancias sí he notado a lo largo de la semana. La primera, un mayor entusiasmo socialista por el acuerdo y su presentación pública, como queriendo animar el momento de consenso alcanzado con el PP y darle valor ante la opinión pública. Y la segunda, un evidente retranqueo de los populares para enfriar el vuelo de las campanas y dejar claro, una y otra vez, que aún queda mucho por hacer y el pacto alcanzado es sólo un “texto base” con todo por delante. Ese contraste entre ambas actitudes sí me ha llamado mucho la atención, pero no logro entender por qué.
Y es que es muy infrecuente que, en momentos como este, la política se meta en el congelador y ni siquiera socialistas y populares presenten juntos en las Cortes el proyecto de ley que comandará la vida pública de los castellano-manchegos durante un tiempo largo. Es extrañamente ilustrativo que, después de un trabajo intenso, largo y con final feliz, el PSOE y el PP no se hayan dicho ni una flor y hayan minimizado, directa o indirectamente, las consecuencias positivas que pueda tener este consenso.
Así que no se me ocurre casi nada que pueda explicar esta distancia congelada, más allá de la falta de química habitual entre Page y Núñez y las peleas cotidianas que se traen con todo tipo de guerrillas. Creo que la foto de ambos líderes el pasado lunes anunciando el nuevo Estatuto de Castilla-La Mancha hubiera favorecida a los dos: a Page le reafirma en su posición de socialdemócrata de medio centro, moderado y transversal, el hombre que gana por mayorías absolutas, y a Núñez le coloca en el plano de sensatez y sentido del Estado que tanto se valora y desde el cual se ganan las simpatías de la gente. Y tal vez las elecciones.
No tengo información precisa de lo que haya podido pasar con este asunto, pero intuyo que Núñez no ha querido regalarle a Page esa foto y que, en todo caso, tiempo habrá si llega el caso. Al fin y al cabo, la imagen del acuerdo beneficia sobre todo al que ocupa el poder, aunque también tiene muy buena venta para Núñez. Y el PP tal vez haya entendido que esa baza era mejor no ponérsela en bandeja al presidente de la Junta, que ya bastante pulso mediático tiene en los medios nacionales con atizarle a Pedro Sánchez cada día. Me suena torticero, en todo caso, que Page y Núñez, y viceversa, anden haciéndose estas cábalas y no se quieran un poquito en beneficio de toda la región. Y en un día tan especial.
Los dos han perdido al no regalarse mutuamente esta foto y más aún después de ver cómo han ido los acontecimientos políticos de la semana y la fuga autonómica de Vox que abre todavía un poco más los espacios del centro político y la moderación. Pero esa es otra historia que tendrá que ser contada en otra ocasión.