Hay que suponer que esta embestida ya es definitiva y ha roto todos los puentes que quedaban, si es que aún había alguno en pie, entre Pedro Sánchez y Emiliano García-Page. Algo tiene que pasar en el PSOE, aunque tratándose del sanchismo todo es imprevisible y la única bandera que en realidad marca el camino es la de la resistencia a toda costa: seguir ciegamente al amado líder incluso un paso más allá del límite final del acantilado. La incombustible luz de Sánchez ilumina a sus groupies.
Pero Page no está entre ellos, nunca lo estuvo, y ha llegado el momento del “hasta aquí”, aunque todavía no sepamos lo que eso significa. Convendría poner la letra a esta música. Hemos visto ya tantas veces al presidente de Castilla-La Mancha amagar y nunca terminar dando del todo que es comprensible que el escepticismo se haya convertido en una norma rutinaria. Esta vez, sin embargo, parece que la ruptura ya es definitiva y el PSOE se resquebraja por los extrarradios del sanchismo, que hoy por hoy son minoritarios pero con capacidad de ruido y daño.
Y ahí es donde Page cobra todo el protagonismo y ha iniciado una ruta hacia lo desconocido: puede ser más de lo mismo, es decir, fuese y no hubo nada, como ya ha ocurrido tantas veces, o tal vez pueda ser, como parece, un punto de no retorno en el que Sánchez va a tener que retratarse definitivamente ante el partido y pegar un frenazo ante la inminencia del precipicio. Ambas hipótesis tendrán sus consecuencias, ya veremos cuáles, pero una parte del PSOE ha puesto pie en pared y la herida tiene que estallar sangrando por alguna parte.
El socialismo periférico, más allá de Ferraz y la Moncloa, no puede tolerar la última humillación de Sánchez al PSOE delante de los separatistas de ERC y el “hasta aquí” de Page ha retumbado en toda España como un grito de guerra que muchos socialistas parecen dispuestos a abanderar. Ya veremos: han tragado tanto (indultos, malversación, amnistía, genuflexiones ante Bildu y Junts, corrupción en fase expansiva, okupación de las instituciones) que la gente de a pie nos hemos vuelto descreídos, aunque este pacto de la vergüenza para investir a Salvador Illa parece una línea roja insoportable que Page y otros cuantos ya no pueden tolerar. Ni un paso más allá.
Así que el presidente castellano-manchego ha dibujado el escenario de la decadencia moral en la que anda sumido su partido bajo la bota del sanchismo y ha montado un incendio en el PSOE que todavía está descontrolado, pero que Sánchez quiere hacer como que no existe. El hombre de la Moncloa ha ninguneado tanto al PSOE, y con tanta evidencia, sin que hasta ahora haya habido ninguna rebelión interna, que debe pensar probablemente que la cuerda aguantará otra afrenta más, otra vejación, sin terminar de romperse del todo. Con todos estos puedo yo, debe pensar Sánchez: "porque yo lo valgo". Pero Page ha pulsado el botón del cambio de pantalla y, tal vez, ahora ya el momento sea irreversible, el de enfrentarse al líder y levantar un poco la cabeza.
A Sánchez el pacto catalán que someterá al resto de la España autonómica y hará saltar por los aires la igualdad de los españoles le parece “magnífico”, fundamentalmente porque piensa que le mantendrá otra temporada más en el poder y seguirá tirando como pueda, pero Page se lo ha dicho alto y claro al resto de los barones socialistas: “es obscenso, es grosero, es bochornoso, el ejemplo de egoísmo y desprecio al resto de España más grave que he visto en muchísimo tiempo”. La distancia Page-Sánchez, Sánchez-Page, es absolutamente sideral y, a día hoy, su coexistencia en el mismo partido me parece un imposible: sólo puede quedar uno. El cuerpo a cuerpo del otro día, con ese Sánchez disciplicente y enseñando en una sonrisa forzada toda su arrogancia, ya no tiene vuelta atrás.
En todo caso, los socialistas tienen en sus manos resolver esta batalla y salir, o no, del naufragio de valores y sentido del Estado en el que andan profundamente sumergidos bajo el manto de una ambición personal y desmedida que no les deja respirar ni recuperar la lucidez. Bajo la estructura de poder de un régimen. Page ha propuesto un camino para salir de estas tinieblas y parece el primero que quiere llevar la antorcha salvadora. Que así sea. O no, que diría Mariano. Mientras tanto, miremos pasar los aviones.