Había un ectoplasma y ahora está Carlos Velázquez. Y ese salto en la tirolina de Toledo nos están enseñando una nueva panorámica. Así como una serenidad. Un saber estar en las formas y en el fondo. Este Velázquez, el alcalde de Toledo, es el hombre tranquilo de la política en Castilla-La Mancha. O lo parece: tiene un no sé qué en el aliño que marca brillo en la imagen, un caerle bien el traje en sus medidas y su compostura, y eso está generando una conexión que puede llevar su recorrido. Y su futuro. Tiene liderazgo, tiene transversalidad, tiene pegada: la vida por delante.
Aunque ya veremos, que la carrera es larga y complicada. Y ofrece muchos frentes. Y luego está la suerte. Y las debilidades. Y las contrapartes. Pero Carlos Velázquez proyecta un tipo con las ideas claras y una hoja de ruta bien definida para Toledo, un saber lo que tiene uno que hacer cada mañana cuando se enfrenta a la tarea, sea capaz o no de conseguirlo. Y eso ya es mucho: tener delante las dificultades y disponer la voluntad y las ganas para combatirlas. Y sobre todo, el camino y el horizonte al que llegar. Lo suyo trasciende las praderas toledanas.
Lo vengo viendo desde hace la tira de meses y me lo confirma la magnífica entrevista al alimón de Alberto Morlanes y Fernando Franco (enhorabuena, compañeros) que este martes publicamos en estos papeles digitales: tenemos delante un político en expansión y sin fronteras, aunque eso también presenta una cara peligrosa. La posibilidad de que te la partan. O sea: la de fomentar rivalidades, incluso sin buscarlas, y que desde todas partes se empiece a ver a un enemigo. Un obstáculo en potencia. En todo caso, lo que importa ahora es Toledo y eso parece que Velázquez lo lleva en la cabeza y en el corazón, y ahí tiene una veta que probablemente pueda durarle todavía unos cuantos años.
El futuro es imponderable, pero hoy por hoy cada uno está en su sitio y Velázquez en la Plaza del Ayuntamiento. Será bueno que, por ahora, no se salga del sendero, y que la vida diga en su recorrido lo que tenga que decir. Su manera reposada de contar muestra un camino y unas ganas de hacerlo bien, y tal vez de momento eso sea suficiente. Carlos Velázquez ha labrado una buena sintonía conectada con otros dos nombres claves de este puzle: Emiliano García-Page y Paco Núñez, y con ambos trata bien y está cosechando según qué logros. No miremos más allá en esta hora concreta: “Tengo muchísimo trabajo en Toledo”. Pues eso.
Es decir: ante todo mucha calma. Pausa reflexiva. Café con musas. Cada día tiene su afán y ya se cruzarán, o no, los puentes que asalten el sendero cuando se alcance cada río. No estoy en condiciones de juzgar si Velázquez terminará siendo o no un buen alcalde de Toledo, eso es un futurible fuera de mi alcance, pero me basta de momento con el estilo, la inteligencia y la voluntad. Velázquez me recuerda mucho a Page. Y una boutade final: el silencio clamoroso y discreto de la vicealcaldesa Inés Cañizares, que es de Vox, no hace más que enviar buenas señales. Vamos a tocar madera y miremos el amanecer.