El Moly, otro gran torero
José Fernando Molina, el Moly, salió ayer a hombros por la puerta grande de la plaza de toros de Albacete. Cortó tres orejas a la magnífica corrida presentada por el conde de Mayalde. Ginés Marín consiguió otras dos e hizo lo propio. Ginés desplegó su torería a base de naturales de sumo gusto que cinceló en mitad de la tarde. Pero esta Feria va de toreros de Albacete, nacidos y criados. La historia de Moly no puede ser más hermosa en cuanto a superación y dificultades. Lo conocemos desde sus tiempos de novillero y hemos visto la evolución. Es curiosa la tauromaquia como la propia vida. Cada uno va eligiendo su camino y se desarrolla en función de su interior. Moly es un torero espartano, austero y hacia dentro. Despliega, sin embargo, las suertes de una manera certera, con talento, sin estridencias. La elegancia preside su forma y eso ya dice mucho de él. Es alto, tiene figura y las ha visto de todos los colores. Ya conoce la enorme dificultad de la tauromaquia, pero no por ello desiste. Ayer tuvo su triunfo, la recompensa. Mirando hacia el cielo y su madre, cuando en las largas noches de miedo calentaba sus pies fríos en la cama.
Hay como una reverencia, un respeto del aficionado de Albacete a sus toreros. Sucede en el caso del Moly. Es tímido hasta el punto de taparse la sonrisa en forma de mueca y mordiéndose el labio. Al principio le costaba hablar como a casi todos los toreros. Ahora habla dentro y fuera del ruedo. Y no se calla porque sabe lo difícil de esto. A veces, sus palabras llevan el látigo de la ironía y sorprenden al interlocutor. Lo vi una noche de madrugada en el salto a la reja del Rocío. Allí estaba, callado, junto a la puerta, con un chaleco verde campo esperando a la Madre. Su madre siempre dentro… Murió hace años y las palabras que le dedicó en sus redes todavía estremecen. Cuánto tiempo juntos, cuánta vida en las manos. Por eso mira el cielo. El Moly siempre mira al cielo cuando besa su montera.
Ayer dedicó la muerte del sexto de la tarde a Juan Martínez Moraga, el presidente de la Cámara de Comercio de Albacete. En estas mismas líneas ya hemos hablado de él. Sus ojos eran lágrimas después de la faena. Se le ahogaba la emoción a la puerta de la plaza y recordaba cómo su padre, el mítico Juan Martínez, se interesó por el chico. Junto a él también estaba otro empresario, Emilio Romero, de Enro, plantas de reciclaje. También le costaba articular palabra. La tauromaquia, cuando es de verdad, sale por las venas y eriza la piel. No hay emoción comparable. Ni todas las obras del Prado juntas te sacan el corazón por la boca. Los toros son Cultura, con mayúscula, clara. Y las generaciones y estirpes todas, batiendo y dando palmas en los tablaos del cielo por los buenos toreros.
Hoy se cierra el ciclo y la Feria con Victorino, un paso más en la ganadería española. Victorino Martín ha heredado la inteligencia de su padre y la aplica cada mañana en el trabajo con la disciplina y el rigor de un monje cisterciense. Los ejemplares que manda a las plazas siguen conmoviendo al aficionado. Siempre ofrece algo más, revira la ganadería hasta volverla tremenda. Jamás nunca un toro supo tanto en el ruedo como un victorino. Desarrolla un sentido que otros ni huelen. Pero así también es la raza, el cruce y el encaste. Los genes corren por la sangre y desembocan en la arena. Antes de la corrida, Victorino entregará el premio del Capítulo de Albacete de la Fundación del Toro de Lidia a Santiago Cabañero, el presidente de la Diputación de Albacete. Santi es aficionado fetén, socialista sin complejos, de los que echan la pata palante, como decimos los taurinos. No tiene miedo a hablar de toros ni explicar su torería. Uno de sus hijos le ha salido aficionado y cogía el trapo de la cocina para torear en el salón. Los toros se llevan por la sangre en Albacete. Lo mejor de Santi es que tampoco ha dudado en poner la Diputación al servicio de la tauromaquia. Lo ha hecho muchas veces y otras tantas que seguirá haciéndolo. Lo más difícil, topar con los suyos y explicarles lo que no entienden. La pena es que el ágora se haya llenado de dogmáticos. Porque un dogmático no piensa, no razona, no cavila. Destila su odio atávico y vuelve a los tiempos del Cromagnon. Santi se rebela y habla como un taurino moderno, abierto, sin problemas. Aceptamos a quienes no le gustan los toros y los respetamos. Pero que acepten y respeten lo que es un hecho cultural indeleble. ¿O es que caso Federico sólo es cultura según los casos? La humanización de los animales es el paso previo de la animalización del hombre y las dictaduras.
La Feria concluye hoy, pero de eso hablaremos mañana. El Diecisiete toca cerrar en alto, como los buenos finales y las películas de sesión larga. Por eso hoy nos queda el sabor lento del último tramo. Que luego el año es muy largo.