Hoy es Año Nuevo en Albacete. La ciudad respira y se remansa tras diez días de frenesí sin igual. “La Feria es una locura”, me dijo anoche una vieja amiga que la descubría por vez primera. Y lleva razón. Pero bendita locura, habría que decir también. Esta semana y media sin parar está hecha y pensada para Albacete. “No es una feria para la ciudad; es una ciudad para la Feria”, me dice Galiacho en el callejón del diez. El paroxismo de estos días le deja a uno el cuerpo catatónico, sin descanso, irreparable. A ver quién es el guapo ahora que retoma el ejercicio y la vida saludable. Los bocadillos de chorimorci han volado por las casetas y todavía queda el aroma en los redondeles a miguelito y sidra. En Asturias no saben que donde más se escancia sidra es en la Feria de Albacete. Manolo Serrano debería hacer un hermanamiento con Gijón y Oviedo y traerse aquí a los alcaldes. La Feria sorprende incluso hasta al que no quiere verla.

Anoche se cerró la Puerta de Hierros y una traca inmensa coloreó el cielo de Albacete. Fue casi una hora de fuegos artificiales que se vieron en toda la ciudad y que lloran el final de la Feria. Hace trescientos años, Felipe V concedió el privilegio a la ciudad de Albacete en plena guerra de Sucesión. Tres siglos más tarde, no hay otro lugar en el mundo que se sienta más orgulloso de su feria que Albacete. Está en un punto tan alto que da miedo verla. Pero como también decía Juan Chapresto – Globalcaja-, las cosas evolucionan de manera natural y estoy seguro que la ciudad encuentra formas de canalizar el aluvión de visitantes. Las cifras probablemente salgan hoy, pero se habrán rozado los cuatro millones de visitantes. No hay empresa más potente en Albacete que su Feria. Y eso los empresarios lo saben y los albacetenses también. Recuerdo una visita de Page hace unos años donde decía en voz alta lo que muchos pensábamos cuando llegábamos en Feria. “Aquí todo el mundo lo deja todo para la Feria”. Pero es así. Es una verdad como un templo y un orgullo. Lo mejor que tengas en la vida, déjalo para tus diez días de Feria. Y subirás y honrarás a tu ciudad como un buen albacetense, como un gran manchego.

La región vista desde aquí tiene otro aire. Y es que Albacete es la gran ciudad de la Mancha, pero con los ojos puestos al Levante. La playa está al lado y el negocio también. Hay empresarios que de manera natural se van hacia la cuenca del Júcar y el Segura. El agua vuelve a ser un drama en Albacete. Aquí también hay tomates y huerta. Y la carestía es total. Por eso no habrá que dejar de insistir con este asunto, que no parece estar entre las prioridades del Gobierno de España. Anda más preocupado Sánchez en maniatar a los medios de comunicación para que digan lo guapo y bonito que es, en lugar de solventar los verdaderos problemas de los españoles. El Plan Begoña le ha dejado las vergüenzas al aire. Lo que hay que tapar, se tapa y no abras mucho la boca que vas a la lista negra. Qué bonita democracia se nos está quedando.

El año que viene volveremos con más fuerzas y ganas. O no, que diría Rajoy. Pero cada Feria en la mochila es una experiencia más de vida, aire limpio que pasa a las venas y purifica capilares. La Virgencica de Los Llanos ha permanecido diez días en su recinto y vuelve a la Catedral. Su manto protege a los albacetenses de todo el mundo igual que la Virgen de Cortes. La vocación mariana de la provincia es innegable. Cada uno tiene su imagen y hace cierto lo de Jardiel Poncela y las once mil vírgenes.

Sergio Serrano cerró la feria taurina y lo hace con una gran faena ante un toro de Victorino Martín. Lástima que no acertara con la espada. Es un grandísimo torero que no ha tenido suerte, aunque no ceja. Ayer brindó un toro a su hermano después de haber sido padre hace unos días. Rubén Pinar, otro torero de la tierra, cortó una oreja de ley a otro ejemplar imposible de la tarde. La corrida de Victorino fue tremenda e intensa. Sus reses desarrollan un sentido para los toreros complicadísimo. Normal que las figuras no quieran ni verlos. Pero son estos toros los que dan emoción a la fiesta. Si permitiesen algo más de lucimiento, serían fantástico. Porque algunos son ratoneros y tobilleros. Buscan al torero como al final de un baúl. Victorino cuida el encaste y su pureza igual que un alquimista. Ayer lo vimos de nuevo y su nombre, la figura y la cabeza permanecen invariables. Es un gran valor de la tauromaquia. Por eso preside la Fundación del Toro de Lidia y presentará recursos ante las tropelías del Gobierno frente a los toros.

La Feria se cierra, se acaba y algo dentro de nosotros parece morir dentro. El otoño se acerca y los árboles del paseo harán caer su hoja al suelo. Es la estación más bella del año, donde el hombre se reencuentra consigo y madura lentamente igual que el membrillo. La vendimia da olores a mosto y el vino se remansa consciente de su ciclo. Si no vinieron a la Feria este año, prepárenla para el siguiente.