La desconexión es total y creciente entre Emiliano García-Page y Pedro Sánchez. Cada uno por su lado: así están las cosas y este viernes, 4 de octubre, Sánchez recibirá a Page en la Moncloa en un ambiente raro y de distancias siderales entre ambos. Llevan seis años sin verse oficialmente en un cara a cara bilateral y, después de tanto tiempo, la reunión llega en un punto álgido de antipatías y químicas menguantes. Lo último ha sido especialmente llamativo, aunque el PSOE quiera quitarle hierro: Page no ha dado su aval a Sánchez para su reelección como secretario general del PSOE en el Congreso Federal de noviembre.

Andan rotos en el hielo, relaciones congeladas. Y me está empezando a parecer que el encuentro en la Moncloa va a ser un mero trámite y Page se volverá a Toledo con cara de póker. Ya veremos. Entiendo al entorno del presidente castellano-manchego cuando explican, intentando ser conciliadores, que el apoyo de Page “no es necesario”, menos aún al no haber candidato alternativo a Sánchez, pero este “no aval” es tremendamente significativo en el contexto de ruptura progresiva en el que ambos líderes andan batallando.

Dicen que Page “no ha avalado nunca”, tampoco en el congreso valenciano de 2021, pero no me negarán que el detalle es poderoso: qué casualidad que Javier Lambán, el otro gran crítico de Sánchez, tampoco haya ofrecido sus avales. No se conoce qué han hecho otros barones autonómicos, así que la noticia tiene su potencia y añade otro eslabón a la cadena infinita de conflictos y discordias en la que el líder castellano-manchego vive enredado contra el sanchismo y sus socios separatistas, a los que obviamente no puede ni ver. El mundo gira de forma circular y esto ya es un bucle infinito. Y melancólico, que es lo que trae este otoño.

No me extraña, claro, que en esta situación otro socialista muy contrario a Sánchez, el incombustible Joaquín Leguina, ahora presidente de la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid, nombrado por Isabel Díaz Ayuso, haya dicho de Page y Lambán en Telemadrid que “no sé cuánto van a durar”. Textualmente. Apunta Leguina alto con los próximos congresos territoriales a la vista, particularmente el de Castilla-La Mancha en enero, aunque desde el entorno de Sánchez niegan que, ahora mismo, Ferraz quiera mover la silla de Page y dicen tener claro que “no se quita a un presidente”.

Un presidente que, por cierto, tiene mayoría absoluta en Castilla-La Mancha y muchos más votos (proporcionales) que Sánchez, a quien ya le gustaría contar con un respaldo político y social tan amplio como el de García-Page y disfrutar de la transversalidad (¡palabro!) del presidente de la Junta. Echar a Page del liderazgo socialista en su tierra, ya lo tengo dicho, es una operación de riesgo que ahora mismo supondría un marrón para Ferraz de resultado imprevisible. 

Así que, en fin, todo se andará, pero Leguina cree que si Sánchez se propone finalmente desalojar a Page no lo tendrá fácil y, además, el PSOE “perdería las elecciones en Castilla-La Mancha, que es lo que le faltaba después de haber perdido en casi toda España”. Eso parece una obviedad. El remate final del expresidente madrileño fue un directo a la mandíbula de la Moncloa cuando le preguntaron, a bocajarro, si “quiere echar a Sánchez”: “Sí, más claro agua”. De modo que no me resisto a hacer la pregunta del millón: ¿qué respondería Page si le planteasen ese mismo interrogante? Pues eso.