El Comentario DUELOS Y QUEBRANTOS

Sin presupuesto no hay política

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Una de las cosas que más cuesta entender de los ingleses es su incapacidad de separar el ser del estar. ¿Cómo se puede llevar una vida razonable sin esa frontera metafísica? Claro que luego le llaman comida al fish and chips y cena a la merienda. Les salva que nos han dado a Harry Potter y a Shakespeare, quien, al no conocer el estar, tuvo que profundizar en la importancia elemental de ser o no ser. Y esto nos conduce irremediablemente a la política de nuestros días. O, mejor dicho, a los políticos, alguno de los cuales ha decidido que es más importante estar en el poder que ejercerlo. Para poder hacer política, uno debe contar con unos presupuestos. Esto se entiende perfectamente si bajamos (o subimos) al nivel familiar. Si en casa entran mil euros y en gastos fijos se van 750, las cuentas son sencillas: quedan 250 para imprevistos y caprichos. Son matemáticas elementales. Menos para Pedro Sánchez. O para Darío Dolz, el alcalde de Cuenca.

El presidente del Gobierno no parece muy interesado en sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado del próximo año. Es cierto que va haciendo estomagantes pactos con Bildu para conseguirlo. Pero si finalmente la aritmética belga se impone y no logra sacar adelante las cuentas, tampoco es que le vaya a ir la vida. Él seguirá en Moncloa, recibiendo a personas importantes en la escalinata de Palacio y viajando a lugares remotos rodeado de asesores a los que asesoran otros asesores. Es decir, Sánchez está en el Gobierno, pero hace mucho que no es casi nada.

En Cuenca pasa algo parecido. O peor. Porque el alcalde lleva dos años sin aprobar los presupuestos. Ni 2023, ni 2014. Total, ya a estas alturas… ¿para qué? Esa es más o menos la razón que ha argumentado el concejal de Hacienda, Juan Manuel Martínez Melero. En respuesta a una pregunta de la oposición, el edil ha afirmado lo siguiente, literalmente: "No hemos podido tramitarlos para su aprobación inicial, porque sencillamente no hemos podido recabar los informes necesarios y pertinentes por diversas circunstancias y problemas de funcionamiento y gestión de los propios servicios municipales y también con los informes del Ministerio".

No me digan que no es enternecedor. Es como si un chaval de 16 años llegara tarde a casa y ante la lógica reprimenda de sus padres, dijera: "Quería haber llegado pronto, pero es que las circunstancias del tráfico, sumado al consiguiente bloqueo de las calles, junto con el lógico atolondramiento de mi ser adolescente, me lo han impedido". Claro, los padres tendrían dos opciones: o morirse de risa o cantarle al muchacho las cuarenta. O, mejor, tratarían de enseñarle al chico que uno debe pedir perdón cuando se equivoca y asumir sus responsabilidades en vez de buscar excusas.

Los ciudadanos no tenemos por qué educar a nuestros gobernantes y, desde luego, no nos sobran los motivos para reírnos, porque ese dinero que no planifican es el nuestro. Dinero, por ejemplo, que se podría invertir en mejorar el deficiente estado de los parques infantiles de Cuenca, o en financiar el recientemente aprobado proyecto de ley para los enfermos de ELA. Sin presupuesto, no hay política. Solo personas que están. Se llamen Pedro o Darío.