A ver, que ya lo sé. La bonita y conmovedora idea del titular es un imposible malicioso, pero me divierte la provocación: los dos díscolos más famosos del sanchismo, Emiliano García-Page y Juan Lobato, este último camino ya del destierro en el que acaban los disidentes del régimen, se conjuran contra Pedro Sánchez y se lanzan a levantar del secuestro al PSOE, abducido por una camarilla que está finiquitando los restos que le queden de pensamiento crítico y sentido del Estado.

Digo yo que no es un mal plan para este fin de semana, por ejemplo, con el Congreso Federal en marcha y preparándose Ferraz para el paseo militar con el que Sánchez I El Magno recorrerá Sevilla aclamado y en clave de eterna veneración. Lo que ha sido el PSOE y adónde le han traído estos chicos, a ese territorio en el que la fe y la fervorosa reverencia, la entronizada idolatría del poder, han sustituido a la inteligencia política y el debate de las ideas. Nos queda solo Page, porque Lobato está ya finiquitado, pero esa soledad a estas alturas es un gigante demasiado grande como para no perder las esperanzas.

Este Sánchez a Page no se lo lamina (todavía) como a Lobato porque le cuesta más trabajo y esa sería una operación de alto riesgo tratándose del presidente de Castilla-La Mancha, en fase lunar de popularidad creciente y con su parcela totalmente controlada, pero no será por ganas en Ferraz y la Moncloa: los dos ejes que, en comandita, van a devorarse el sábado en el congreso sevillano lo que todavía quede en movimiento en el encefalograma del partido, o lo que a estas alturas sea ya el PSOE.

Todo lo demás da igual: Koldo, Aldama, Ábalos, Begoña, David, García Ortiz, y lo que queda por detrás más lo que venga por delante. Sevilla a mayor gloria del príncipe, cuya aspiración totalitaria del poder es un hecho contrastable. La política española alrededor del sanchismo se ha convertido en un pozo de descomposición política y moral en el que un sobresalto es tapado con un susto y un susto con una conmoción, saltando de escándalo en bochinche y tiro porque me toca. Una bola infinita que ya es la gran trola del poder a toda costa así pasen los años.

Así que el fango era esto y, de todo el barrizal sanchista de estos días, yo me quedo con dos frases tremendamente significativas de los tiempos que vivimos, una de Lobato y la otra de Page, qué casualidad. De Lobato la primera: “Yo no creo en la destrucción del adversario, en la aniquilación del que discrepa”. De Page la segunda: “Los que corrompen llaman a aquellas puertas que son corrompibles”. Ahí quedan retratados un régimen y una forma de hacer política en España. Totalmente perfilados.

Lo dijo el propio Lobato el otro día, ya sintiéndose linchado: “Al final es siempre la misma historia. Se intenta por parte de unos pocos que parezca que el malo es precisamente quien decide no hacer las cosas mal”. Pues eso, este mismo jueves también lo ha dicho tremebundamente Tomás Gómez, otro ex barrido del mapa del PSOE: "Como en los tiempos de Stalin". ¡Vaya!