Nunca había escrito directamente sobre la muerte, aunque sí he hecho alusión a ella en otros contextos. La pérdida de un ser querido es una de las experiencias más dolorosas y desafiantes que enfrentamos a lo largo de nuestras vidas. Incluso ante la propia muerte, me pregunto: ¿Por qué no nos enseñan desde pequeños a afrontar esta situación tan terrible? ¿Por qué no hay una asignatura en los institutos donde se hable abiertamente de este tema y se enseñen estrategias para mitigar este dolor? También sería útil aprender cómo enfrentarnos a nuestra propia muerte cuando nos diagnostican algo incurable.
De todas formas, el cerebro es maravilloso y enigmático en muchas de sus capacidades. En situaciones extremas, como una muerte repentina o un dolor inimaginable, genera sustancias que nos "protegen" y nos ayudan a mantener nuestra integridad física. A veces, el instinto y la reacción primaria ante lo insoportable puede ser el suicidio, pero estas sustancias nos ayudan a seguir adelante.
Siempre digo en la consulta, cuando alguien va a perder o ha perdido a un ser querido, que nadie —ni la religión ni la ciencia— ha demostrado que haya algo después de la muerte, pero tampoco que no lo haya. Para quienes son profundamente religiosos o totalmente ateos, las cosas están claras. Para el resto, el mecanismo psicológico de protección nos lleva a pensar que siguen existiendo de alguna manera. Esto tiene lógica si consideramos que el aire existe aunque no lo veamos, al igual que los átomos o las energías. Muchas cosas inexplicables ocurren, aunque no entendamos por qué.
Hay una psiquiatra que ha escrito mucho sobre la muerte, sobre las vivencias de quienes "mueren y vuelven", y que se ha dedicado a acompañar a cientos de personas en este proceso vital. Leerla o escucharla resulta estremecedor y, a la vez, alentador. Es Elisabeth Kübler-Ross.
Aceptar el duelo
Aceptar el duelo es el primer paso hacia la sanación. Negar o reprimir nuestras emociones puede generar complicaciones a largo plazo. Reconocer que el dolor es una respuesta natural ante la pérdida nos ayuda a avanzar.
El duelo es un proceso difícil, pero también puede conducir a una profunda transformación personal y a honrar la memoria de quienes hemos perdido. Las fases del duelo -negación, ira, negociación, depresión y aceptación- no son universales ni consecutivas. Entender esto alivia la presión de intentar "superarlo" rápidamente. Cada uno tiene su propio ritmo, y reconocerlo es esencial.
Estrategias para procesar la tristeza
Recomiendo la escritura reflexiva como una poderosa herramienta de liberación emocional. Pero recomiendo hacerlo a mano, en un cuaderno, como los antiguos diarios. Se ha demostrado que la escritura a mano hace que sea más lento el pensamiento y nos concentremos más que si lo hacemos a ordenador. Somos más capaces de hacer las imágenes más vívidas y la emoción más real y sentida.
Otros pueden encontrar alivio en manualidades -pintar o coser- o en la música, transformando la tristeza en creatividad. Actividades como la meditación o el yoga pueden servir para manejar este dolor.
Además, no hay que dudar en buscar apoyo profesional durante este tiempo. La terapia de grupo también puede proporcionar un entorno de comprensión compartida, aunque el dolor de cada uno es suyo y muy personal y a veces no quiere compartirse.
Autocuidado
El autocuidado también se vuelve imprescindible. Priorizar el bienestar físico y emocional no es egoísta. Priorizar el bienestar físico y emocional es clave, aunque a veces puede aparecer un sentimiento de autocrítica por pensar en uno mismo y sentirse egoísta cuando esa persona se ha ido.
Hacer ejercicio regular y suficiente descanso ayudan a mejorar el estado de ánimo. También se recomienda practicar la atención plena, que permite centrarse en el presente a pesar de los recuerdos agridulces.
Crear recuerdos positivos del ser querido
Una manera de mantener vivo el recuerdo de nuestros seres queridos es creando memorias positivas en su honor y para nuestra mejora del estado emocional. Elaborar un álbum de fotos o un diario con anécdotas felices es muy gratificante. También es maravilloso crear un espacio especial con objetos suyos para visitarlo y "comunicarnos" con ellos. Nos ayuda a concentrarnos y a recordar a nuestros seres queridos en sus mejores momentos. Esto puede ayudar a cambiar el enfoque del dolor. No recomiendo recoger la ropa, darla, quitar cosas de ellos. No, al contrario, hacerles presentes en nuestro día a día. Pero cada uno debe hacer lo que necesite.
Algo que recomiendo también es hablar mentalmente con ellos, "situarse mentalmente" en una conversación y comentarles lo que nos alegra y también lo que nos preocupa, porque sabemos qué respuesta nos darían en esa situación.
Yo tengo la costumbre de "hablar mentalmente y ver" a mi suegra, persona a la que quería con toda mi alma, y con la que había una conexión excelente aunque fuese la madre de mi exmarido, pero su persona esta siempre conmigo, por suerte. Y aquí aprovecho para comentar que a las personas se les quiere por ellas mismas y no por la relación conjunta con otros -separarse, no soportar convivir ya con alguien, no tiene por qué romper vínculos con los demás-.
Que podamos verles en video es otra suerte, aunque ser capaces de esto nos va a costar un poquito de tiempo.
Mantener conexiones con el pasado
Visitar lugares que solían tener un significado especial, continuar tradiciones u hobbies compartidos son formas de sentir su presencia en nuestra vida cotidiana. Lo importante es hacerlo sin obsesionarse ni caer en supersticiones.
Elegir momentos para recordar
Los rituales ofrecen un espacio sagrado para la conmemoración. Encender una vela en su memoria o dedicar un día al año para reflexionar sobre su influencia en nuestra vida ayuda a mantener el vínculo afectivo.
Aceptar el duelo e integrarlo con recuerdos bonitos puede aliviar el dolor. Compartir esos recuerdos con alguien de confianza también es fundamental. Lo importante es no recrearse en la culpa, maltratarse o anclarse en el autocastigo.
El amor es imperecedero. Estoy segura de que, donde estén, sienten nuestro amor, al igual que nosotros sentimos el suyo.
Ana María Ángel Esteban es una psicóloga y sexóloga con consulta en Toledo.