CCM, crónica de una muerte provocada
Su esquela no se ha insertado en el ABC, ni tampoco ha aparecido pegada en las esquinas de las calles. La Comisión Nacional del Mercado de Valores ha sido la encargada de anunciar la desaparición definitiva de CCM, o lo que queda de ella. Los consejos de administración del Banco Castilla-La Mancha y Liberbank han acordado la absorción de BCLM por parte del banco fruto de la fusión de Cajastur, Caja de Cantabria y Caja Extremadura. Una operación aún pendiente de ratificación por los accionistas de ambos bancos, que tendrá lugar el próximo mes de marzo, con el fin de “hacer frente a las condiciones de mercado de modo más eficientes y competitivo”, según la entidad cotizada y el extinto banco castellano manchego. Hagamos historia.
La defunción de CCM no ha sido rápida ni casual. Esta es la crónica de una muerte provocada por directivos incompetentes sumisos al poder político, y también por el pillaje de empresarios afines. Fundada en 1992 como resultado de la fusión de las cajas de ahorro provinciales de Albacete, Cuenca y Ciudad Real, y Toledo, se intentó más tarde incorporar infructuosamente al proyecto a caja Guadalajara. Como primer presidente de la entidad fue nombrado Fernando Novo, al que sucedieron Tomás Martín Peñato, Juan Ignacio de Mesa y Juan Pedro Hernández Moltó. La sede social se fijó en Cuenca, consecuencia del trapicheo político surgido en las negociaciones de integración, incluso a pesar de ser la de Toledo, dirigida entonces por Juan Molero, la que contaba con mayores recursos, número de clientes y oficinas. Así, Cuenca se quedó como central, y Toledo con sus instalaciones casi vacías y empleados acudiendo diariamente hasta la capital conquense para desarrollar su trabajo.
Durante el periodo comprendido entre el año 1999 y su intervención por el Banco de España por problemas de solvencia y liquidez en marzo de 2009, CCM estuvo presidida por Hernández Moltó, una arbitraje que propició su cese y el de todo el consejo de administración. Antes de esta mediación, advirtiendo que su final estaba próximo, se pidió socorro y buscaron alianzas infructuosamente con Ibercaja, Unicaja, y Cajastur para hacerse cargo del desaguisado. Nadie acudió al rescate para evitar la caída y posterior rescate bancario de la que fue entidad financiera de referencia de Castilla-La Mancha, una caja que contó con las “bendiciones” de todas las instituciones públicas de la región. Una lamentable situación propiciada por la incompetencia y amiguismo por la que se rigieron tan inútiles gestores, afectados por todos los males que posteriormente han aquejado a las cajas que se han hundido. También, en el caso de CCM, por una colosal corporación industrial financiando obras imposibles impulsadas y manipuladas desde el Gobierno regional en asociación con empresarios afines del ladrillo.
Tras su intervención comenzaron a sucederse las denuncias contra los máximos dirigentes de la entidad por presuntos delitos societarios, estafa, o falsedad de documento mercantil. Finalmente, el juez Pablo Ruz sustanció las faltas en el presidente Hernández Moltó -la “reina madre” de la caja- y su director general, Ildefonso Ortega, condenándolos a dos años de prisión y sanción económica por un delito societario de falsedad contable por manipular las cuentas de la entidad aunque sin demostrar enriquecimiento personal de los condenados.
Concluye así un deplorable capitulo que mejor refleja lo que nunca debió hacerse en Caja Castilal La Mancha. Una entidad gestionada por ineptos consejeros y directivos con una inequívoca etiqueta política y sindical, y cuyas cenizas pueden ahora descansar junto a tanta ruina personal e institucional como la que ha propiciado CCM en esta tierra. D.E.P.