Para mí una empresa pública, me pido la presidencia
La llegada de Pedro Sánchez al Gobierno tras la aprobación de la moción de censura impulsada por los socialistas contra Mariano Rajoy está provocando una interminable cascada de ceses y nombramientos. Más de medio millar al día de hoy, a los que también se suman un número indeterminado de puestos de confianza que igualmente abandonan sus cargos con la llegada de los nuevos. Una praxis discutible y altamente preocupante que los partidos siempre repiten cuando acceden al poder, tanto en los diferentes ministerios, organismos oficiales, o empresas públicas, el puesto más atractivo y disputado por su mejor salario: 546.000 euros en el caso del presidente de Red Eléctrica.
Siempre que se produce un cambio de Gobierno en España, como en cualquiera de sus diferentes administraciones, se desencadena de inmediato una decapitación de la inmensa mayoría de las personas que ocupan los niveles más elevados de la Administración, dando paso a una incesante cadena de ceses y nombramientos. Un modelo donde la penetración de la política y del partido del Gobierno es absoluta, muy superior desde luego al existente en la cultura administrativa de otros países continentales donde la Administración se dirige, no se ocupa como en España. Unos gobiernos donde la profesionalidad y la continuidad (en mayor o menor medida) de la dirección publica superior de sus administraciones está plenamente garantizada, incluida la de cambio de titularidad de gobierno.
Un trapicheo extremadamente politizado que se proyecta gravemente sobre el funcionamiento ordinario de la maquinaria de nuestra administración. Renovar radicalmente y con tanta frecuencia centenares o miles de puestos de responsabilidad con la llegada de un nuevo Gobierno, incluso con la precariedad como el actual, supone echar por la borda el conocimiento y experiencia acumulados, además de dejar paralizados muchos proyectos en desarrollo. Unos huecos que se van cubriendo bajo criterios exclusivos de carnet de partido, confianza política, o personal de los aspirantes. Una política cainita y sectaria que tantos aplauden, a la vez que batallen sin escrúpulo alguno por alcanzar cualquiera de tan preciados como cotizados destinos.