Aún sin necesidad de acudir a foros tan esplendorosos e ilustres como el que se está celebrando en Davos, el presidente de la patronal de Castilla-La Mancha, Ángel Nicolás, ha pasado esta semana una minuciosa revista a la “tropa” política y sindical de la región en su tradicional encuentro informativo con los medios de comunicación. No es Nicolás un dirigente afable con el poder establecido. Así lo pone siempre de manifiesto cada vez que tiene que poner en valor el sector que representa, y también la imagen del empresario castellano-manchego como fundamental generador de empleo y bienestar general. Lo hizo otra vez más en esta convocatoria, alertando de la ralentización de la economía regional y del déficit actual de empresas y del mercado de trabajo en niveles bien lejanos a los previos a la crisis, entre otras cuestiones fundamentales para la patronal y el desarrollo económico de Castilla-La Mancha.
Una lamentable realidad apuntada por el presidente de la patronal que contrasta con el triunfalismo que todos los días escuchamos para Castilla-La Mancha de su Gobierno desde el púlpito institucional. Un recurso publicitario en forma de creación de decenas de miles de puestos de trabajo y empresas en sectores como el ocio y el turismo, logística, transportes, energías renovables, empleo público, planes regionales, industria fotovoltaica… que sospecho se intensificarán hasta mayo coincidiendo con las próximas citas electorales. Un oasis territorial insólito por el que parece atravesar esta región si nos atenemos a semejantes declaraciones. Unas afirmaciones bien distintas, desde luego, a las que esta misma semana ha hecho en Davos el presidente de gobierno, Pedro Sánchez, rebajando a 330.000 los empleos previstos este año en España. 70.000 menos de los anunciados hace tan solo unas semanas por el Ministerio de Trabajo y el menor alza de empleo desde el año 2013.
Un triunfalismo exacerbante y habitual entre nuestros dirigentes políticos que contrasta con la realidad por la que atraviesa Castilla-La Mancha. Una región con una elevada y estructural tasa de desempleo, especialmente juvenil, y un déficit sustancial de empresas: 10.000 menos que en 2008. Las estimaciones de Nicolás no son precisamente una desgracia para esta tierra caída del cielo. Son más bien consecuencia de unas instituciones disfuncionales cuyos actores juegan un papel tan fundamental como desatinado. Un desarrollo que no es competencia exclusiva de ese “dialogo social” tan celebrado como inútil. Un mercado laboral el de esta región falto todavía de empleo, flexibilidad, productividad y empresas aunque, eso sí, sobrado de fotos, sonrisas y anuncios grandilocuentes por doquier.