La exsecretaria general de Podemos en Toledo, Xoana Bastida, -tan sólo algo más de tres meses en el cargo- me recordaba esta semana el pasaje del Antiguo Testamento protagonizado por los hijos de Rebeca e Isaac, uno de sus bíblicos patriarcas. Bastida comparaba la labor de su partido en Castilla-La Mancha con un “animal domesticado a cambio de comida”. Un menú en forma de “prebendas” seguramente más provechoso que el plato de lentejas ofrecido en la sentencia de la Biblia a cambio de ceder honra y derechos.
Ciertamente, la política es una arena donde se entremezclan los peores instintos del ser humano, y Podemos en Castilla-La Mancha está siendo el escenario perfecto para tan perversa representación. No sólo en esta región, Madrid, Cataluña, Andalucía, Galicia, Cantabria, La Rioja… son igualmente ejemplos donde los líos, desencuentros, falta de democracia interna, y enfrentamientos están cuarteando la formación fundada por Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Iñigo Errejón, Carolina Bescansa y Luis Alegre, los cuatro últimos directamente depurados o alejados del hiperliderazgo del secretario general.
En Castilla-La Mancha parece proyectarse semejante hipérbole, donde las divisiones internas entre corrientes están provocando feroces y continuos enfrentamientos dentro de la formación. Una deriva que está afectando a la Administración regional que precisa de Podemos para su gobierno. Miembros destacados del partido como Fernando Barredo, María Díaz, David Llorente, García Molina, y ahora Xoana Bastida junto a otros inscritos, simpatizantes, y miembros expulsados están contribuyendo a una cada vez mayor descomposición de la formación en esta tierra, más acusada desde su llegada a las instituciones.
Podemos emergió fulgurantemente en el panorama político de este país en 2014 como representante de los intereses del pueblo y de los diferentes colectivos que lo integran: desahuciados, parados, trabajadores temporales, autónomos, pensionistas, estudiantes…, frente a una partitocracia popular-socialista más preocupada por salvaguardar los intereses de las clases dominantes. Un relato que no casa precisamente con la vida interna actual del partido, alguno de cuyos miembros parecen más entretenidos en “negociar prebendas a cambio de comida”, que en defender lo que tan ardorosamente proclamaban hace tan sólo unos años.