Compiten estos días dos grandes bancos por intentar finiquitar un ajuste laboral de dimensiones extraordinarias. No son los únicos en este país que continúan desprendiéndose de su personal cada vez más afectados por fusiones, absorciones y cierre de oficinas. Un proceso, generoso en cuanto a indemnizaciones, que intenta garantizar su competitividad y alinear su estructura de personal a los objetivos fijados por sus respectivos planes estratégicos.
Cerca de 3.000 empleados de Caixabank se han acogido al ERE ofrecido por el banco, aunque sólo algo más de 2.000 serán los que finalmente podrán ampararse. Un excedente que se fijará siguiendo criterios de prelación a la hora de adjudicar las bajas en función de la edad y antigüedad, y que tendrá un coste para el banco de casi 900 millones de euros. Santander, por su parte, ha rebajado hasta los 50 años la edad de las prejubilaciones, mejorando también las condiciones del ERE, que ahora es a partir de los 55. Una propuesta que afecta a cerca de 3.500 empleos, consecuencia del 26 por ciento del cierre de oficinas en España motivado por la integración de la red de Popular.
Un ejército de jubilados y prejubilados del sector bancario cada vez mayor están saliendo a la calle en la cresta de su ola profesional. Un colectivo que llega a esta edad con conocimiento, contactos y una valiosa experiencia en su profesión que a sus empresas no parece interesar. La crisis económica no ha hecho más que agravar esta situación, donde los EREs y prejubilaciones se están llevando por delante una generación de expertos con fuertes dosis de talento. Unos “viejos” cada vez más jóvenes, afectados por la creciente obsesión del cambio generacional que al parecer no cuajan en la cultura empresarial de nuestros días. Unos “viejos” con conocimiento y experiencia que no hacen más que engrosar unas listas de desempleo con escasísimas esperanzas de volver a trabajar.
Así de crudo está el mercado laboral en este país, donde los mayores de 50 años son expulsados sin piedad para aumentar las cifras de paro de larga duración. En su lugar, jóvenes para hacer frente a la cada vez mayor digitalización de las empresas con sueldos mucho más bajos. Este país no puede permitirse jubilaciones tan tempranas, un proceso inadmisible para un sistema de pensiones insostenible en la que los contribuyentes son cada vez menos, y más los jubilados y también su esperanza de vida.