Hace ahora un año, en una entrevista en el diario El País con el consejero delegado de Air City Madrid Sur, Javier Ruedas, se enunciaba el proyecto de convertir el aeródromo que comparte ubicación en los términos municipales de Casarrubios del Monte (Toledo) y El Álamo (Madrid) en el segundo aeropuerto internacional de Madrid. Un proyecto de iniciativa privada participado por European Flyer (31,80%), empresa dedicada a la formación de pilotos y propietaria del aeródromo de Mutxamiel (Alicante); Gamt Consultoría y Desarrollos (31,80%); la consultora especializada en aeropuertos regionales Aviation Pasiphae de Josep Piqué Camps, presidente de Air City Madrid Sur hasta abril del pasado año cuando el BORME registró su dimisión; y el actual presidente de la sociedad, Gregorio Marañón Beltrán de Lis, con el 4,60 por ciento restante. Air City Madrid Sur fue constituida en 2017 con un capital social de 503.072 euros.
Ruedas justificaba entre otros motivos la construcción del “segundo aeropuerto de Madrid” por la confluencia de intereses comerciales de las comunidades de Madrid y Castilla-La Mancha. También, por la imposibilidad de crecimiento de las actuales instalaciones de los otros aeropuertos madrileños de Cuatro Vientos y Getafe. El consejero delegado anunciaba de paso una inversión privada de 150 millones de euros, la creación de 5.600 puestos de trabajo, y un movimiento de siete millones de pasajeros en una década. Al hilo de tan prometedor proyecto no tardaron en adherirse incondicionalmente el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y el alcalde de Illescas, José Manuel Tofiño, por las posibilidades de convertir el eje de la A-5 en un nuevo corredor de salida para esta comarca toledana.
Doce meses más tarde, el aeródromo de Casarrubios sigue siendo el campo de vuelo habitual para el que resultó construido: ultraligeros, avionetas, y otro tipo de aeronaves similares son sus principales usuarios, además de la formación de pilotos. Sus posibilidades de convertirse en aeropuerto internacional, como anunciaban sus promotores hace un año, parecen haberse diluido durante todo este periodo, sino antes de su anuncio. Un factor en el que ha sido determinante la capacidad para el tráfico aéreo que aún tiene disponible el Adolfo Suarez Madrid-Barajas. Un proyecto al que tampoco los gobiernos autonómicos de Madrid y Castilla-La Mancha han mostrado excesivo interés. El de García-Page algo escaldado con este tipo de instalaciones tras el fiasco de Ciudad Real, el símbolo que mejor constata el despilfarro que acometieron las administraciones de esta tierra para dotar de infraestructuras de sospechosa necesidad.