Ciudadanos, la formación del dimitido Albert Rivera, creyó en el pasado estar llamada a liderar el centroderecha en este país y desplazar al PP. Unas pretensiones que se han esfumado definitivamente este domingo electoral, donde ha pasado de 57 a tan sólo 10 diputados. Sin duda, el gran perdedor de los comicios cuyo hundimiento ha sido mayor aún de lo que pronosticaban todos los sondeos. Los naranjas tan sólo sobreviven en Madrid, Andalucía, Cataluña y Valencia, desapareciendo del mapa en trece comunidades autónomas, incluida Castilla-La Mancha donde ha perdido los cuatro diputados que ostentaba.
La debacle, además de la dimisión de Rivera, ha dejado sin escaño en el Congreso a importantes miembros de la cúpula de Ciudadanos como el secretario general, José Manuel Villegas, o el candidato por Toledo, Juan Carlos Girauta. Tras conocer el fiasco, el cabeza de lista por esta provincia se apresuraba a justificar tamaño fracaso a un “movimiento telúrico” promovido desde la gran banca, multinacionales, empresas del IBEX, y “todos” los medios de comunicación. Sin embargo, las verdaderas fuerzas ocultas que han ocasionado semejante desastre son fáciles de localizar dentro de su propio partido. Una formación cuyo electorado no ha entendido las arbitrarias actitudes de sus líderes y su permanente indefinición política desde los inicios.
Ciudadanos ha venido sufriendo durante todo este tiempo el abandono de importantes dirigentes, y las discrepancias de otros, propiciadas por una incomprensible actitud de bloqueo a facilitar con su abstención la investidura fallida de Pedro Sánchez tras las elecciones del pasado 28 de abril. Otra torpeza de su exlíder, que pasará a la historia de este país por haber liquidado un capital político enorme, queno ha sido comprendida por sus votantes. Un error de cálculo, entre otros, que ha llevado al partido hacia la irrelevancia como ha quedado demostrado este domingo, a pesar de lo que ahora nos quiera justificar el exdiputado Girauta que también ha anunciado su retirada de la política.
Es complicado adivinar los próximos movimientos de la formación tras la dimisión de Rivera, y la convocatoria de la militancia a un Congreso extraordinario para que decida el rumbo del partido. Un proceso de resultado incierto que puede llevar incluso a Ciudadanos hasta la fagocitación por otras formaciones. Un partido que ha cansado a sus electores por tanta indefinición, actitudes incompresibles, y alianzas electorales que desvanecían el espejismo de una formación llamada a regenerar la vida política de este país.