Vox ya no es un fenómeno aislado reducido tan sólo a unos cuantos territorios del país. Las elecciones del pasado domingo han demostrado la capacidad de convocatoria de la formación de Santiago Abascal, presente ya en 32 provincias españolas gracias a los 3,6 millones de votos obtenidos, frente a las 18 en las que estaba hace unos pocos meses. Castilla-La Mancha no ha sido ajena a este tsunami, un territorio en el que ha pasado del 15,28 por ciento de los apoyos obtenidos en los comicios del 28 de abril al 21,92 por ciento el pasado domingo. Un escrutinio que le ha servido en la región para obtener cinco diputados y convertirse en la tercera fuerza más votada tras PSOE y PP.
Unos escaños que la ultraderecha ha conseguido en todas las provincias, salvo en la de Cuenca por apenas un puñado de votos. Un tirón que se ha reflejado igualmente en unas cincuenta localidades de Castilla-La Mancha donde ha sido la lista más votada. Un apoyo procedente de una juventud desengañada, barrios obreros, y territorios rurales donde el auge ultra ha sido muy evidente en perjuicio de otras formaciones. Una penetración en zonas que en principio deberían identificarse con los postulados de izquierda y, sin embargo, se han decantado por Vox. Barrios de economías modestas, población rural e inmigrante que como alternativa a otras formaciones de progreso han votado al partido de Abascal. Un precedente que se ha podido comprobar en Francia y otros países del entorno donde territorios que habitualmente votaban formaciones de izquierdas se han convertido en baluartes de la extrema derecha.
Vox ha reforzado su presencia en el panorama político de este país de una forma bien notable que, no obstante, puede seguir aumentado con sus postulados controvertidos y de dudosa aplicación. El preacuerdo, de futuro bien incierto, que tan precipitadamente han suscrito el PSOE y UP para intentar formar Gobierno puede ser el combustible perfecto para dar más alas a la formación ultra por sus posibles consecuencias en el panorama político español. Un partido al que con frecuencia se le tacha de xenófobo y demencial, pero que con los 52 diputados obtenidos será protagonista indiscutible en el Congreso de los Diputados durante la próxima Legislatura. Un grupo parlamentario que podrá preguntar al presidente del Gobierno todas las semanas, recurrir leyes ante el Tribunal Constitucional, obtener dos representantes en la mesa del Congreso, que es el órgano que ordena la vida parlamentaria, y hasta presentar una moción de censura. Con semejante atrezo nadie duda que la representación escénica de la formación ultra en la Cámara Baja sea de sesión continua. Un proscenio parlamentario que tendrá que compartir con otros quince grupos que también prometen encandilar al respetable durante la XIV Legislatura. Permanezcan atentos al hemiciclo.