El vino que tenemos
Nadie duda del esfuerzo que tanto la administración regional como las bodegas y cooperativas de Castilla-La Mancha están realizando para alzar a nuestros vinos al lugar que merecen por su calidad. Un impulso que se traduce en la renovación y modernización de sus instalaciones, y en la organización, promoción, y presencia en las ferias y mercados más importantes del mundo. Apoyos, en definitiva, con el fin de poner en valor unos caldos que rara vez rentabilizan tamaño impulso. La realidad, sin embargo, es bien tozuda. En estos días prenavideños, las grandes superficies, e-commerce y medios de comunicación nos inundan con catálogos y ofertas vitivinícolas en una época muy propicia para el consumo de vinos. En todas ellas, sin excepción, la presencia de vinos de Castilla-La Mancha -de cualquier denominación de origen o indicación geográfica protegida- es residual. En absoluto, qué más quisiéramos, proporcional a la importancia que tienen nuestros viñedos en el contexto nacional del sector.
Analicé por curiosidad la propuesta que se hacía de los vinos de Castilla-La Mancha en un catalogo que llegó a mis manos de la bodega de unos grandes almacenes del país: de las 216 cajas, lotes, estuches y botellas de vino tinto, blanco, o rosado que se ofertaban a la venta tan sólo cuatro, el 1,85% del total, procedían de nuestra región: Pago del Vicario 50/50; El Vinculo; y Azagador, en tintos, y Alejairen, en blancos. Todos ellos incluidos en un cajón de sastre junto con los de otras regiones salvo, naturalmente, las dos predominantes en el mercado vitivinícola nacional que disponían de un amplio espacio propio.
A este esfuerzo institucional y empresarial por promocionar nuestros vinos no contribuyen en absoluto otros protagonistas en esta tierra. Por un lado el consumidor. Un informe sobre el sector vitivinícola español elaborado por EAE Busines School refleja que siendo Castilla-La Mancha la principal productora vitivinícola de España es, paradójicamente, la región con un menor consumo de vino del país. Igualmente, por la poca aceptación y apoyo entre los propios establecimientos donde se produce el vino. He podido comprobar personalmente cómo en bares y restaurantes, también en tiendas, de diversas localidades de Castilla-La Mancha no disponen en su oferta vitivinícola de vinos elaborados por la cooperativa o bodega de su propia localidad.
Una lamentable situación que igualmente contribuye a que nuestros vinos sigan mereciendo el lugar y espacio que tanto en catálogos como en lineales de grandes superficies se encuentran posicionados. Unos caldos magníficos que siguen abocados al granel para dar salida a su producción con la consiguiente pérdida de valor del producto. Una lástima.