Un boato excesivo
La provincia de Toledo ha sido testigo en los últimos días de un deslumbramiento eclesiástico inusitado con motivo de la jubilación por motivos de edad de Rodríguez Plaza-don Braulio para la Iglesia- y de la toma de posesión de su sucesor Francisco Cerro Chaves, hasta ahora obispo de Coria-Cáceres. Para despedir al primero, retrato mediante para la posteridad en la Catedral del pintor Miguel González, las vicarias de la provincia han venido organizando numerosos actos de despedida y celebraciones que contaron con una amplia presencia de obispos, vicarios, sacerdotes, autoridades y fieles.
Un rumbo que se superó ampliamente desde que Cerro Chaves pisó tierras toledanas. En Calzada de Oropesa comenzó el peregrinaje del nuevo arzobispo en la provincia por conventos, iglesias, y colegios igualmente con copiosa comparecencia institucional y de feligresía. Mas fue en la ciudad de Toledo donde se le otorgó una entrada triunfal. En la Puerta de Bisagra le aguardaban pacientemente para darle la bienvenida la Corporación municipal con su alcaldesa al frente, Milagros Tolón, encargada de acompañarle por las calles de la ciudad -en coche oficial en este caso- hasta la Catedral Primada, donde la apoteosis de bienvenida se desbordó. Allí aguardaban expectantes cardenales, arzobispos, obispos, prelados, monseñores, sacerdotes, sacristanes y monaguillos por docenas, además de una amplia presencia de políticos, militares, y sociedad civil, sin olvidar a los presidentes de las comunidades de Extremadura y Castilla-La Mancha –Guillermo Fernández Vara y Emiliano García-Page, respectivamente- tan frecuentes en este tipo de actos.
La Conferencia Episcopal Española recomienda con frecuencia a los padres de los niños que reciben la Primera Comunión “dignidad y sencillez”. Una preocupación de la asamblea ante el boato social y ostentación que surge habitualmente en torno a este sacramento y que desvirtúa su sentido. Un mensaje que igualmente lo hemos escuchado del arzobispo primado de Toledo que ahora nos deja. Braulio Rodríguez Plaza nunca ha sintonizado con semejante dispendio, pues siempre ha apreciado una contradicción entre lo que se celebra y lo que se hace realmente en este tipo de celebraciones.
La Iglesia de Francisco, apacible en las formas ante el poder civil y pobre para los más necesitados -los porteros del cielo, según el Papa- pregona que no entiende de pompas, boatos, y solemnidades. Sin embargo, hemos asistido estos días en Toledo a una ostentación excesiva por el cambio y jubilación de dos ilustres miembros de su jerarquía. Está bien que los obispos españoles exijan discreción y recomienden austeridad a los padres en las comuniones de sus hijos u otras celebraciones religiosas, pero bueno sería también que antes aprendan a tenerla ellos, al menos por lo visto en la capital regional en los últimos días.