“Somos las cuarta comunidad autónoma que menos aumenta el desempleo en el mes de abril”, así despachaba esta semana los datos del paro la viceconsejera de Empleo, Dialogo Social y Bienestar Laboral de Castilla-La Mancha, Nuria Chust. En efecto, mas la viceconsejera en su comparecencia a beneficio de inventario se olvida señalar que durante los cuatro primeros meses del año las personas desempleadas en la región han aumentado cerca de 30.000, hasta las 199.019, y no todas precisamente por la crisis de coronavirus. Una cifra que pudiera haber sido mayor sin el freno en la destrucción de empleo ejercida por los cerca de 100.000 trabajadores en la región incluidos al 30 de abril en un Expediente de Regulación de Empleo (ERTE), y que han actuado como amortiguador limitando los daños potenciales del covid-19.
A pesar de lo que nos quiera contar la viceconsejera, Castilla-La Mancha continua con una de las mayores tasas de desempleo del país –hoy, hace tres meses, un año…- y las previsiones no son nada halagüeñas para que la situación pueda reconvertirse en un futuro. Según los pronósticos del Gobierno central, refrendados esta semana por la Comisión Europea, en 2020 España perderá el 9,7 por ciento de empleo, y la tasa de paro subirá hasta el 19 por ciento de la población activa. Un porcentaje de desempleo que Castilla-La Mancha prácticamente ya ha alcanzado en el primer trimestre, y donde su perjuicio al término de este año probablemente se vaya a acentuar.
Las medidas tantas veces anunciadas por el Gobierno regional -en solitario o junto a patronal y sindicatos- para paliar la endémica situación de desempleo que afecta a nuestra comunidad no están ofreciendo los resultados pregonados. Una disposición que ahora puede agravarse por las crecientes urgencias sociales que irán aflorando por el colapso motivado por la pandemia y que limitan la capacidad de reacción pública. Más ello no puede obviar a un sector productivo imprescindible, que necesita más que nunca certezas de la Administración, para la progresiva recuperación económica de esta tierra. También, para que la caída del empleo no se convierta en un factor más de depresión frente a un impacto que se prolongará en el tiempo. Un escenario de incertidumbre donde la actividad económica y laboral dependerá de la capacidad de recuperación del andamiaje empresarial de Castilla-La Mancha. Empresas que esperan de su Gobierno un plan de recuperación realista, menores concesiones al populismo, y a dejar de lado las dosis de propaganda y manipulación institucional tan habitual entre alguno de sus miembros.