Anda convulsa Castilla-La Mancha ante las dudosas y vacilantes actuaciones de su Gobierno autonómico en la gestión de la grave crisis que nos asola consecuencia de la covid-19. Una pandemia que se está saldando en nuestra tierra con un número considerable de fallecidos e infectados que la Administración manipula como si fuera una mercancía política con la que intrigar, manipular y enredar al ciudadano. A tan dramática situación se une un colapso laboral y económico en la región sin precedentes. Unos parámetros preocupantes con una destrucción de miles de puestos de trabajo que han propiciado el cada vez mayor número de hogares en la región con todos sus miembros en paro. Una circunstancia que posibilita en los próximos meses aumente la ya de por sí elevada tasa de pobreza en la región.
Mientras el panorama de Castilla-La Mancha continua tan desolador, resulta triste constatar la actitud y escasa talla de nuestros políticos a la hora de gestionar la grave y transcendente situación por la que atraviesan en estos momentos los ciudadanos de esta tierra y su tejido empresarial y social. Un penoso y lamentable espectáculo político que cada día nos ofrecen mayormente las dos formaciones políticas más importantes en la región, con Emiliano García-Page y Francisco Núñez como principales protagonistas. Actores fundamentales de una trifulca permanente con ataques furibundos, sin sentido e incapaces de conciliar a través del dialogo y el consenso como las mejores herramientas para solucionar la grave crisis por la que actualmente atraviesa esta tierra. Una interpretación siempre coreada desde el proscenio por la obsequiosa actitud y pleitesía reiterada de su entorno político más próximo.
Los ciudadanos de Castilla-La Mancha precisan de políticos capaces de atender sus requerimientos en lugar de someterlos a la habitual e inútil retahíla de chorradas e insultos a los que nos tienen acostumbrados. Una práctica deleznable que el Gobierno y oposición nos obsequian casi a diario, en desprecio ahora de tanto desconsuelo por parte de una sociedad perpleja y confundida tras un periodo no concluido de desolado sentimiento. Ciudadanos que seguramente desean unos políticos más serios, capaces, y competentes para resolver sus problemas como misión esencial de la política y sus representantes.