La crisis de la aviación en España motivada por Covid-19 está provocando un espantoso derrumbe del tráfico aéreo y como consecuencia una notable destrucción de empleo, pérdida de pasajeros y movimiento de aeronaves. La pandemia ha provocado la paralización de los vuelos en todo el mundo y Europa no ha sido una excepción. En concreto, el 51 por ciento de los aviones en el continente estaban en tierra a finales de año, unas cifras mejores que en abril cuando el porcentaje alcanzaba al 87 por ciento, según datos de Eurocontrol, y que ahora pueden verse aumentadas de nuevo por la nueva oleada de la pandemia que está barriendo el continente europeo. Una impresionante disminución del tráfico aéreo que sitúa a España entre los seis países con mayores descensos del número de viajeros en sus aeropuertos- cuatro de cada cinco turistas que llegan a nuestro país lo hacen en avión- y el más golpeado económicamente por la pandemia de la Covid-19, de acuerdo con los cálculos de la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA).
Semejante sangría en este sector está dando alas a otros compartimentos aeronáuticos. Ante la parálisis que sufre el tráfico aéreo mundial, son cuantiosas las aeronaves paradas y las compañías precisan de amplias zonas donde estacionar sus aviones. Y son muchos, pues el tráfico aéreo en España ha caído más que en otros países vecinos. Una oportunidad que ha servido para que tres aeropuertos españoles – Madrid-Adolfo Suarez, Teruel y Ciudad Real- figuren entre los once europeos que más aeronaves ha albergado en sus instalaciones durante el pasado año.
En concreto, el de Ciudad Real se ha convertido en uno de los grandes parkings aéreos de Europa, con más de 80 aviones estacionados en sus instalaciones durante la pandemia, según el último recuento de Eurocontrol, por delante de los de Paris CdG, Sofía, Düsseldorf y Oslo. Una elevada ocupación que puede ir en aumento y que contrasta con la limitada actividad que estas instalaciones aeroportuarias tenían antes de la pandemia. Una ocasión que está sirviendo para que el aeropuerto castellano manchego contemple ahora aumentar su capacidad, ampliando sus plataformas y construyendo nuevos hangares para el mantenimiento de las aeronaves.
Unas perspectivas de negocio muy favorables para que los propietarios de la infraestructura puedan sanear un balance que hasta ahora no ha presentado sus mejores resultados. También para pasar página de un sonoro e indecente desastre financiero que costó cientos de millones de euros al contribuyente. Un aeropuerto y demás construcciones planteadas que pese contar con la etiqueta de proyecto privado fueron financiados al 100% por CCM, su principal accionista, con 337 millones de euros, según un informe del Banco de España. Un dislate del gobierno socialista de la época que contó además con la ávida colaboración de una caterva de mangantes de su entorno.