A partir de la década de los sesenta era cada vez más frecuente encontrar en nuestros pueblos y ciudades familias que habían suscrito una “iguala”. Un convenio por el que los miembros de la unidad familiar, previo pago de una cantidad periódica, les posibilitaba acudir independientemente a la consulta del médico o practicante de la localidad. Un servicio que generalmente prestaban por libre los mismos facultativos adscritos a los centros de salud del lugar. Una fórmula que permitía obtener a los profesionales unos ingresos extra, y al paciente autonomía para ser atendido sin aguardar largas esperas, además de conseguir la receta por el Sistema Nacional de Salud.
De la atomización del sistema “iguala” se pasó a la concentración progresiva propiciada por el asalto de las grandes compañías a un negocio que ofrecía innumerables oportunidades y perspectivas. Una actividad empresarial que se ha venido desarrollando con excelentes resultados como lo ha acreditado esta misma semana el mayor grupo hospitalario particular de España gracias precisamente a la sanidad privada. Quirónsalud, con amplia presencia en Castilla-La Mancha, ha cerrado el pasado ejercicio con unas ventas de 3.475 millones de euros, un 6% más que en 2019, y un beneficio de 420 millones de euros.
En la última década el número de personas en España que cuentan con aseguramiento privado se ha incrementado en más de dos millones, hasta el 22,5% de la población en 2019, según datos de la patronal Unespa. Una cifra que incluye el 77% de los empleados públicos -con posibilidad de optar por el Sistema Sanitario Público o privado- que elijan la sanidad privada como seguro médico, de acuerdo con la información facilitada por Muface. Los únicos seguros que han crecido durante la pandemia, un 4,9% según datos de la patronal Unespa, como consecuencia de la imagen de una sanidad pública desbaratada, una atención primaria al borde del colapso, y la hospitalaria ocupada mayormente en estos momentos por el coronavirus.
En definitiva, un Sistema Nacional de Salud con una infrafinanciación crónica, falta de cooperación entre comunidades, aumento de las listas de espera, y la percepción negativa de unos servicios públicos que no hacen más que impulsar el seguro privado de salud. Un modelo en el que parece que los ciudadanos de este país están cada vez más instalados, aunque no por ello puede hacernos olvidar el valor e importancia que la sanidad pública sigue teniendo para nuestra sociedad como buque insignia de su estado del bienestar.