El objetivo social de Caja de Ahorro Provincial de Toledo (CAPT) estaba bien claro en sus estatutos cuando en 1961 se constituyó en los bajos de la Diputación de Toledo con Tomás Rodríguez Bolonio como presidente de la Corporación provincial: “recibir y hacer productivas las economías que se le confíen, principalmente de las clases modestas, y dedicar sus beneficios al fomento y ayuda de entidades sociales y de la riqueza de la provincia de Toledo”.
De las dependencias de la Diputación la entidad financiera se trasladó meses más tarde a su primera sede social en la plaza toledana de Barrio Rey. Incluso, por si había dudas de sus fines, en su discurso de inauguración el nuevo presidente de la Corporación, Julio San Román Moreno, hombre de profundas convicciones católicas, enfatizó en definir a la caja de ahorro como entidad dedicada al bien común y a sus clientes “accionistas de bien”.
Tras un desarrollo y expansión territorial sorprendentes gracias al apoyo prestado por las instituciones locales y provinciales, en 1992, por prescripción política, la entidad se fusionó con las cajas de ahorro de Cuenca y Ciudad Real, y Albacete, dando lugar al nacimiento de Caja Castilla-La Mancha (CCM). Tras su definitiva integración, en la nueva entidad parece que desaparecieron aquellos “accionistas de bien” que promulgaba San Román, para dar paso al mamoneo cada vez mayor de una raza de políticos colocados en representación de diferentes organismos e instituciones. Gerifaltes que desde sus respectivos órganos de gobierno llevaron paulatinamente a la entidad a la ruina, y posterior intervención en 2009 por el Banco de España con varios de ellos condenados por la Justicia incluso con pena de cárcel por administración desleal.
Tras su intervención, CCM comenzó otra nueva trayectoria de gestión no menos convulsa. En este caso a través del Banco Liberta, una entidad inactiva de Cajastur, para luego integrarse definitivamente bajo el control de la caja asturiana. Posteriormente, en 2011, junto a otras cajas constituyeron Liberbank, un banco no exento de turbulencias durante los últimos años. Una década más tarde, la entidad dirigida por Manuel Menéndez será absorbida por Unicaja, tras la correspondiente autorización de la CNMV y visto bueno del Gobierno para llevar a cabo la operación.
Se pone, por ahora, fin al lamentable recorrido de una caja de ahorro que comenzó en Toledo hace 60 años y que en su última etapa, junto al resto de las cajas que configuraron CCM, no ha dejado de ser más que un suplicio para sus trabajadores y clientes. Operarios que han sido desalojados de sus empleos tras años en la entidad, y ciudadanos que han visto desaparecer de sus localidades las sucursales -en algunos casos la única- donde habitualmente desarrollaban sus operaciones financieras. Clientes que posibilitaron su negocio y que ahora se encuentran a la espera de conocer los posibles cambios de condiciones en productos y servicios que serán objeto de modificación como consecuencia de la fusión.
Todo un dislate en pos de una supuesta rentabilidad que desprecia igualmente a los trabajadores que con su esfuerzo y dedicación contribuyeron desde siempre al desarrollo de estas entidades.