Son generalmente motivo de discusión las declaraciones de actividades, bienes y rentas de los gestores públicos de Castilla-La Mancha -también de otros territorios y gobiernos- y las de esta tierra las acabamos de conocer. Publicadas esta semana en el DOCM, no parece excesivo el salario que declara el presidente de esta Comunidad, Emiliano García-Page -en la mitad de la tabla salarial entre sus homólogos de gobierno- vista una capacidad de gestión y dedicación que, salvo la oposición, una mayoría de castellano-manchegos no pone en duda. Una carrera política que le ha permitido amasar significativos saldos bancarios y un aceptable patrimonio.
Tampoco parecen elevadas las retribuciones que perciben sus consejeros, similares al de otros gobiernos autonómicos, aunque con resultados de gestión dispares según se trate. Pero la revisión del resto de gestores públicos, cerca de trescientos en Castilla-La Mancha, nos ha permitido descubrir la inmensa “industria política” que dispone a su servicio el Gobierno regional. Una “plantilla” con excelentes salarios a cargo de la Administración autonómica, es decir, del contribuyente, que en la mayoría de los casos nunca llegarían a percibir en la vida civil en función de sus méritos académicos y profesionales.
Nombramientos que dependen de quien gana las elecciones, convirtiendo así a los contratados en militantes de partido más pendientes de sus contactos y consignas recibidas para asegurar su futuro laboral que del empleo asignado. Un sistema de nombramientos de altos cargos entiéndase, directores generales, coordinadores, secretarios, delegados, directores y gerentes de organismos públicos, asesores, jefes de gabinete…, que aleja el talento de la política. Un deterioro de la clase política que es percibido por los españoles como uno de los grandes problemas del país.
Disponer los políticos de asesores en la Administración para tomar las decisiones correctas en el ejercicio de su cargo no debería ser un problema, más bien parte de la solución. Sin embargo, convendría dar antes un repaso a los criterios de selección y acabar de una vez con los dedazos del político de turno, pues cuando cualquier territorio de este país se siente gobernado por inútiles, no es extraño que el sueldo de sus representantes siempre parezca demasiado a ojos de sus ciudadanos.