Ignoro si el presidente del grupo socialista en las Cortes de Castilla-La Mancha, Fernando Mora, es de los habituales cada día en la plaza de Zocodover portando una colorida sombrilla a la espera de la llegada de turistas para hacer un recorrido por las calles toledanas. Con paraguas o sin él, Mora se ha convertido en guía ocasional de la capital regional aconsejando un nuevo destino dentro del paseo turístico habitual por la ciudad.
En este caso, el periplo estaba dirigido al presidente del PP, Pablo Casado, que en su cita en Toledo para asistir al XII Congreso Nacional del Sindicato Unificado de Policía no incluyó una visita al rio Tajo. Un free tour fluvial que Mora, convertido en tour guide ocasional, hubiera explicado convenientemente al líder popular, como de forma tan elocuentemente y sectaria lo hizo después ante los periodistas junto con otros aliños.
Peces muertos, olores nauseabundos, plagas de insectos o mantas de algas son, desde hace años, la identidad más repugnante de un rio que “agoniza”, según la Plataforma de Toledo en Defensa del Tajo. Un lamentable estado -bien lejos de aquella felicidad para bañistas que eran sus aguas allá por los años sesenta- que no se soluciona con el reclamo de la presencia de ilustres visitantes, que los ha habido de todos los colores y condiciones, salvo para argumentar otra vana, interesada, y oportunista denuncia contra la oposición.
Un procedimiento que, junto a estos habituales enconos partidistas, ha propiciado el hartazgo de organizaciones y ciudadanos en defensa del Tajo. Colectivos que, ante la inacción de las respectivas administraciones, no flaquean en seguir vertiendo continuas reivindicaciones para la protección de su rio. Demandas que hasta ahora se han visto diluidas al no encontrar el cauce adecuado, pero que en absoluto desaniman a sus valedores, hartos también de tanta pantomima como escasa eficiencia por parte de nuestros políticos.