Conmemora la Organización de las Naciones Unidas (ONU) cada 3 de mayo el Día Mundial de la Libertad de Prensa, una fecha que brinda la oportunidad de evaluar la libertad de prensa a nivel mundial, defender los medios de comunicación de los ataques sobre su independencia, así como rendir un homenaje a los periodistas que han perdido sus vidas en el ejercicio de la profesión, 45 durante el pasado año en todo el mundo. Una jornada también para reflexionar acerca de la “libertad” y realidad de este oficio en nuestro entorno territorial más próximo.
Manifestaba la consejera portavoz del Gobierno de Castilla-La Mancha, Blanca Fernández, en un acto reciente de homenaje a periodistas en Ciudad Real que el papel de los medios de comunicación resulta un “contrapoder imprescindible en democracia”. Y lo sostiene en una Comunidad Autónoma donde el ecosistema informativo no es precisamente muy exigente, y el “contrapoder” se ejerce generalmente desde otros despachos bien alejados y distintos de las salas de redacción. Unas manifestaciones que suenan más a un recurso literario de su florido discurso que a una realidad evidente por la que atraviesan los medios de comunicación de esta tierra.
Al margen de los medios públicos que operan directamente como terminales y portavoces del Gobierno de turno, el sometimiento de los privados viene siendo generalmente proporcional a la cantidad económica que las diferentes administraciones les inyectan. Un caldo de cultivo idóneo para que la libertad efectiva del periodista quede objetivamente comprometida, cercenando en tantas ocasiones la veracidad, objetividad y pluralidad preceptivas en este oficio. Intereses políticos, ideológicos, y económicos que anteponen la razón de ser de cualquier medio de comunicación, público y privado, obligados siempre a ser exquisitos en defensa de los derechos de los ciudadanos.
Una situación, en ocasiones insostenible, que da como consecuencia una abrumadora homogenización ideológica informativa en favor del “cliente”. Un ambiente propicio para que el ejercicio de la profesión resulte tantas veces una utopía, acrecentado en aquellas redacciones de Castilla-La Mancha donde la precariedad laboral y falta de recursos son más que evidentes, es decir, la inmensa mayoría. Un “contrapoder” económico que las administraciones manejan con sorprendente descaro para imponer sus relatos, y los medios acceden como fundamento sustancial para su supervivencia.