Tras la festividad de Semana Santa, donde el fervor y recogimiento de nuestros políticos quedó de manifiesto en todas las celebraciones donde acudían, este mes de mayo las diferentes romerías que se celebran en Castilla-La Mancha ponen a prueba el entusiasmo de todos ellos a la hora de acudir de nuevo a los santuarios. Una devoción que culminará en los próximos días con la celebración de la festividad de San Isidro Labrador, patrón de gran arraigo en nuestros pueblos e inmejorable ocasión para volver a salir en procesión.
El peregrinar de la feligresía por iglesias, conventos y ermitas se incrementa notablemente estos días con la participación de nuestros políticos de forma muy diversa y activa a tan sólo un año de la convocatoria electoral. Además de ser ungidos por el correspondiente patrón o patrona, a la vista de tamaña participación bien puede pensarse que las vocaciones en este país, en franca decadencia, aumentan por estas fechas gracias al entusiasta fervor religioso mostrado por nuestra clase política. Una pasión que se manifiesta cargando la alcaldesa de Toledo en procesión con la Virgen del Valle, siendo comparsa el presidente regional del PP en la Fiesta Mayor de Moros y Cristianos de Almansa -otros sólo mirando-, recorriendo trayectos kilométricos la Corporación Municipal y otras autoridades en Argamasilla de Alba para acompañar a la Virgen de Peñarroya, dando su apoyo la portavoz del Gobierno regional para que la romería Virgen de Viñas de Tomelloso sea declarada de interés turístico nacional, o simplemente acudiendo al evento con cara de circunstancias.
Una tradición interesada la de salir en procesión que protagoniza con frecuencia el debate político debido al rechazo de determinadas formaciones y organizaciones laicas por la participación de nuestros representantes públicos en este tipo de actos, y a la “vulneración de la neutralidad exigible a las instituciones públicas”. En vano, pues todos ellos siguen acudiendo a estos lugares y no con un fervor cualquiera. Se les puede contemplar afligidos, contritos, y recogidos cual nazareno en procesión portando el cetro, aunque también degustando platos típicos o danzando los bailes tradicionales del lugar. Los llamamientos al voto bien valen la invocación de banderas, procesiones, vírgenes y santos, o cualquier otro símbolo o elemento identitario que sirva para obtener el favor del elector.
Un hábito que nos recuerda al ubicuo expresidente de Castilla-La Mancha José Bono, pio a carta cabal. El de Salobre lo mismo tiraba cohetes en romería, bebía en botijo las aguas benditas, se atizaba golpes de pecho, o rezaba plegarias en latín con fervoroso recogimiento. Y lo sigue haciendo con indisimulada vocación y presencia. Tanta que en ocasiones pueda suponérsele próximo su ingreso en el seminario toledano o abadía de cercanía aunque, inexcusable, sin perder la condición de tertuliano.