Acérrima hasta la medula del míster, un tal Sánchez, aunque hincha por nacimiento del Betis y Sevilla, la vicepresidenta general del PSOE, María Jesús Montero, ha sacado tarjeta amarilla al presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, tras sus manifestaciones por la derrota de los socialistas en Galicia el pasado domingo. Montero recordaba al insurrecto que cuando su equipo sale al campo ya sabe el color de la camiseta por la que tiene que sudar, justificando que sus afirmaciones se alejan completamente de la estrategia del míster en la cancha y de la formación socialista que representa.
La salerosa vicepresidenta respondía de esta forma al político castellano-manchego después de los comentarios "incomprensibles" realizados por la pérdida de cinco escaños del PSOE en las Cortes de Galicia. García-Page reflexionaba en público que si el PP no hubiera revalidado la mayoría absoluta, lo que se estaría hablando seria de las consecuencias nacionales y no gallegas tras estos resultados negativos para los socialistas. Una consideración personal ante lo que considera un ciclo "muy difícil, adverso y hostil" para su formación. Un equipo con camiseta del PSOE y publicidad de Junts en los pantalones.
También la compañera de partido, la delegada de Gobierno de Castilla-La Mancha, Milagros Tolón, difería de lo manifestado por el presidente autonómico. La exalcaldesa de Toledo opinaba que este tipo de reflexiones -lavar los trapos sucios- deben hacerse en el vestuario y no ante los periodistas. Unas declaraciones que evidenciaban de nuevo las enormes diferencias tácticas que ambos componentes aplican en sus respectivos patrones de juego en el terreno de la política.
El secretario general del PSOE de Castilla-La Mancha ha tenido siempre claro el equipo en el que juega, su colocación en la cancha, el sistema de juego que desarrolla y el terreno donde se mueve. Un método que le sigue dando buenos resultados, pues los partidarios le continúan aclamando para el puesto cada vez que tiene que renovar contrato, incluso a pesar de sus frecuentes críticas y discrepancias con las decisiones del míster del equipo, un tal Sánchez, del que sospecha le quiere traspasar. Hasta tanto, como jugador de la cantera, canchero, y hábil driblador también, sigue relegando igualmente al banquillo de los suplentes a los que compiten por su misma demarcación en el terreno de juego de la política. Atento, Florentino.