Page en su peor momento
Emiliano García-Page pasa por su peor momento político. No lo puede esconder y su discurso, últimamente, no destila ni la mitad de la seguridad habitual en él. Es una situación entendible, porque un tipo inteligente y ganador, con madera líder desde la juventud, no está acostumbrado a que los planes se le tuerzan de la manera en la que lo han hecho en las últimas semanas. Los acontecimientos le han pillado claramente en fuera de juego. Primero con la puñalada de Podemos en forma de "no" a unos presupuestos que su Gobierno daba por negociados y pactados; después con la incontestable victoria en las primarias del PSOE de un Pedro Sánchez al que hasta el mismo domingo por la noche no solo no ha apoyado sino que ha tratado de dinamitar en favor de la fracasada Susana Díaz, que para él era caballo ganador sin ningún género de duda.
Que el presidente de Castilla-La Mancha haya tardado tres días (por fin apareció este miércoles) en comparecer ante los ciudadanos para analizar el nuevo escenario político que se le presenta es un síntoma evidente de que no tenía la situación controlada. Si se ha tomado tanto tiempo es simplemente porque lo ha necesitado para recomponer tras el terremoto su estrategia a corto y medio plazo. Aunque, tras su esperada rueda de prensa, la sensación que deja es que ha optado por seguir navegando premeditadamente en la indefinición.
García-Page no ha aclarado con qué grupos parlamentarios está dispuesto a renegociar las cuentas (¿Sólo con Podemos? ¿También con el PP?) ni de qué factores depende, en concreto, su continuidad como líder regional del PSOE. De hecho, ha condicionado su futuro a la "foto" que salga del Congreso Federal que los socialistas celebrarán próximo mes de junio, cuyo análisis es tan subjetivo que le permitirá al presidente tomar la decisión que más le convenga en ese momento, optar a la reelección como secretario general del PSCM o no, sin que nadie le pueda recriminar que está faltando a su palabra.
El presidente ha pensado que no le conviene cerrarse ninguna puerta ahora que sabe a ciencia cierta que, pese a ocupar el Palacio de Fuensalida, no tiene la sartén por el mango. La aprobación de los presupuestos de Castilla-La Mancha pasa por José García Molina, que ha salido reforzado como ganador de las primarias regionales de Podemos. El papel que el líder castellano-manchego juegue en el nuevo PSOE pasa por la actitud de Pedro Sánchez y sus partidarios en nuestra tierra, que podrían plantear candidato alternativo sin ven opciones reales de victoria. En definitiva, el futuro más inmediato de García-Page depende de dos hombres (y sus egos) crecidos a los que no traga y que, posiblemente, aprovechen su situación de debilidad para hacerle pagar algunas cuentas pendientes.
Por el bien de Castilla-La Mancha, el presidente debe recuperar el tono lo antes posible y comenzar a marcar líneas rojas y una distancia de seguridad para no ser devorado. García-Page debe optar por la honestidad como único mapa para encontrar la salida de este laberinto en el que se ha metido. Que aclare más pronto que tarde, sin medias tintas, con qué compañeros de viaje y hasta dónde está dispuesto a ceder para aprobar los presupuestos regionales y desbloquear la parálisis institucional que, de no resolverse pronto, acabará afectando para mal a la vida cotidiana de la gente. Si no lo hace, su futuro político estaría ciertamente comprometido porque, como él sabe, en las elecciones votan todos los ciudadanos y no solo los militantes. Por ahora la situación, aunque muy complicada, es salvable.