Temblor de piernas
Miente y, salvo para algunos que no quieren ver la realidad, Marta Rovira no se ha exiliado, ha huido dejando clara la cobardía política de quienes no quieren ser responsables de sus actos, como ya hicieron Puigdemont y cía. “Hoy emprendo un camino duro, un camino que, desgraciadamente, tantos otros que nos preceden han tenido que coger. El camino del exilio”. Así comenzaba la carta que la secretaria general de ERC, que estaba citada a declarar en el Tribunal Supremo, envió anunciando su fuga, que no su exilio.
La misiva es todo un planfleto para justificar que le han temblado las piernas ante su previsible entrada en prisión. En ella dibuja un país fantasmagórico donde “la libertad de expresión es censurada, los tribunales intimidan y aplican descaradamente criterios políticos”. Olvidaba la fugada que ella como los demás, no está siendo procesada por defender políticamente la independencia de Cataluña sino como presunta culpable de un delito de rebelión. Ella tuvo un papel esencial en la celebración del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 y en la declaración unilateral de independencia, delitos que según nuestro Código Penal prevé pena de prisión de entre 15 y 25 años.
Ella se ha fugado y en su huida hacia ninguna parte le pasará lo que a Puigdemont, que ha pasado de tener tics totalitarios y pedir adhesiones inquebrantables a convertirse en un lunático, un iluminado que se ha situado no solo al margen de la ley sino de espaldas a la realidad y se ha convertido en un auténtico zombi político.
Cuando estoy escribiendo está páginas salta un “urgente” con la noticia de que el juez Pablo Llarena ha dictado prisión incondicional sin fianza para el candidato a presidente de Cataluña, Jordi Turull, procesado por rebelión y malversación y los otros cuatro acusados citados el viernes: la expresidenta del Parlament Carme Forcadell y los exconsellers Raúl Romeva, Josep Rull y Dolors Bassa. Lógicamente en esa decisión ha valorado la existencia de un elevado riesgo de fuga y reiteración delictiva y es lógico pensar que ese riesgo existe. Teniendo en cuenta lo que ha hecho la fugada Rovira, y antes que ella Puigdemont y Cía.
El juez ha considerado que los trece líderes procesados por rebelión tuvieron "voluntad" de incorporar el uso de la "fuerza" para lograr la secesión de la comunidad autónoma, y se sirvieron del "poderío de la masa" para hacer frente a la actuación policial y lograr que se celebrara el referéndum ilegal del 1 de octubre y se proclamara la independencia el día 27 de ese mes.
“El magistrado compara, de manera implícita pero inequívoca, esta actuación con el golpe de Estado de febrero de 1981, cuando un grupo de guardias civiles liderados por el teniente coronel Antonio Tejero secuestró el Congreso de los
Diputados. Según afirma los cabecillas del proces actuaron a sabiendas de que el "fanatismo violento de muchos de sus seguidores había de desatarse", en especial tras los altercados del 20 de septiembre, cuando una multitud impidió a la Guardia Civil llevar a cabo la Operación Anubis contra los preparativos de la consulta, prohibida por la Justicia. Con ello se cumple el requisito de violencia que el Código Penal aplica al delito de rebelión, que se castiga en los casos más graves con penas de 30 años de prisión” se podía leer ayer en los periódicos digitales. La comparación no es baladí, con la diferencia de que aquel golpe se paró en seco y este se está alargando en el tiempo poniendo como excusa unas elecciones que, por cierto, ganó y por mucho Inés Arrimadas.
Dese el 21 de diciembre los independentistas han entrado en un bucle imposible, empezando por la ya olvidada investidura telemática de Puigdemont y terminando por un pleno exprés para una fallida sesión de investidura de Turrull que lo único que tuvo de bueno es que se ha desbloqueado la situación política y ahora, con el reloj en marcha, o se forma gobierno en 60 días o se irá otra vez a las urnas.
Un nuevo escenario electoral significaría que hasta entonces el 155 seguiría activo y con ello se garantiza el único equilibrio institucional que existe en Cataluña, sumida desde hace tiempo en una etapa sombría y oscura que nos está produciendo a todos un hartazgo evidente. Ya veremos qué pasa pero lo que está claro es que la Justicia sigue su ritmo y los delitos que aquí se ventilan son gravísimos. Por eso a estos autoproclamados “héroes de la nada” les tiemblan las piernas.