Dicen que este será el siglo de las mujeres y yo cada vez me muestro más escéptica. Es verdad que se habla de nosotras y que, según dicen las encuestas, todo lo que tiene que ver con nuestros problemas despierta un gran interés, pero a la hora de la verdad solo hay que mirar los carteles electorales de todos los partidos de cara al 28-A. Ni uno solo se ha atrevido a poner el rostro de una mujer y buscan todo tipo de excusas, como que no hay mujeres encabezando las candidaturas porque en las primarias no ganan. ¡Faltaría más que no se encontrara un argumento para tapar las vergüenzas! La realidad es que, a pesar de los avances (que yo no niego), seguimos teniendo un pesado techo de cristal, el que nos excluye de las más altas responsabilidades ya sea en la política, en el mundo empresarial, en el sindical o en cualquiera de los ámbitos públicos o privados que hacen crecer una sociedad.
Estos días los periódicos recogían que el voto de las mujeres es tan plural como el de los hombres, pero según el último barómetro del CIS ellas se inclinan más por votar al bipartidismo que a los nuevos partidos. "Aunque las formaciones de izquierdas son percibidas como las más feministas, son el PSOE y el PP los que tienen más apoyo de mujeres que de hombres; en el caso de Ciudadanos y Podemos es al contrario. El partido de Albert Rivera es el que más ha masculinizado su electorado desde 2016, porque su crecimiento desde entonces ha sido principalmente masculino, mientras Vox irrumpe como un fenómeno de hombres. El 8-M, Día de la Mujer, está agitando la batalla por el voto de las mujeres, decisivo ante las dos citas electorales inmediatas del 28 de abril y del 26 de mayo", podíamos leer, lo cual revela que el interés de los partidos políticos tiene un punto de tramposo. Si no fuera así , todas las listas serían paritarias pero en lugares de salida, cosa que no ocurre. Alguna vez he contado que, nada más conocerse el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, un grupo de amigas de WhatsApp comenzó a escribir adjetivos para definirlo: "Feministras", "Consejo de ministras" y así hasta diez, todo con un punto de alegría; casi de euforia. Mis amigas ni son periodistas ni tienen que ver nada con la política. Son profesionales de distinto nivel, pero a todas les une que, de una u otra forma, han sentido como una losa su particular “techo de cristal".
Muchas de nosotras estamos convencidas de en España, el día que haya una presidenta del Gobierno se habrá dado un paso de gigante por lo que eso tendrá de ejemplar y ejemplarizante en términos de igualdad, pero ese paso tardará en llegar y las estructuras de los partidos no facilitan precisamente el asunto. Tampoco los sindicatos han estado nunca liderado por mujeres, y en cuanto a las empresas del Ibex y el tema de obligar por ley a que se incorporen mujeres a los órganos a los consejos de administración el trecho es mayor si cabe. Aquí no se trata solo de que las cuotas -que casi ninguna nos gusta- son necesarias, que lo son, sino de eliminar ese falso argumento del mérito y la igualdad. La realidad es que, al final, entre un hombre y una mujer con idéntico nivel de preparación, si se trata de llegar a la cúspide el puesto es para ellos. El poder sigue siendo cosa de hombres, por mucho que algunos pretendan maquillarlo, y ahí todas las opciones ideológicas se hacen trampas al solitario.
En su día nos alegramos de que que el Gobierno socialista nombrara a 11 ministras en un gabinete de 17, lo que representaba el 64,7 % de sus miembros, y eso le convirtió en el Ejecutivo con más mujeres del mundo y de la historia de Europa. “El hito español supone desbancar al Gobierno finlandés de Vanhanen que, en 2007, había nombrado a 12 ministras de un total de 19, es decir, el 63,1 % de los integrantes”, podíamos leer. Es cierto que no es fácil encontrarse este porcentaje de mujeres en los gobiernos de la OCDE. De hecho, incluso hoy día cuesta ver a gobiernos paritarios a nivel europeo. A modo de ejemplo, en Grecia, Bélgica o Portugal no superan el 25 % de mujeres en el poder ejecutivo. Sin embargo, poco a poco las ministras se han ido abriendo paso. Francia o Suecia llegan a un 50 %. Costa Rica, con un 56 % de mujeres en el Gobierno, o Canadá, con un 51,7 %.
El hecho de que Pedro Sánchez conformara un gobierno con mujeres en carteras hasta ahora muy masculinizadas como las económicas y con unos perfiles técnicos de alto nivel fue un gesto importante que sirvió para poner en valor el auge del feminismo que hemos vivido y seguimos viviendo en España, pero se necesita mucho más para romper en mil pedazos el maldito techo. Mientras persisten los casos flagrantes de discriminación laboral, mientras no se cumpla la máxima de "a igual trabajo igual salario”, sin hacer trampas con las dietas o los complementos, mientras no se proteja la maternidad y se ponga en valor la “excelencia” real no hay nada que hacer. Siempre he creído que en términos de igualdad se tardan años en conseguir derechos que se pierden en segundos si no estamos alerta.
Por eso, el 8-M no es solo una cita reivindicativa más que los partidos políticos pueden manosear hasta la extenuación. Nosotras tenemos nuestros 8-M a diario y aquí seguimos... sin aflojar un ápice.