Barreda sorprende con un precioso pregón para abrir la Semana Santa de Ciudad Real
Ha sido muy comentado el pregón de la Semana Santa de ciudad real que ofreció el pasado domingo el expresidente de Castilla-La Mancha José María Barreda en el Teatro Quijano de la capital. Era la segunda vez que Barreda pregonaba esta Semana Santa y en esta ocasión lo hacía como reconocimiento por parte de la Asociación de Cofradías por su colaboración para que fuera declarada de Interés Turístico Nacional en 2006. Barreda, con el teatro lleno y acompañado por la alcaldesa de la ciudad, Pilar Zamora; el presidente de la Diputación Provincial, José Manuel Caballero; la subdelegada del Gobierno, María Ángeles Herreros; diputados regionales y provinciales, concejales y otras autoridades militares y religiosas, no defraudó.
El expresidente ofreció un pregón sincero, sentido, respetuoso, personal, íntimo, culto y bien documentado. Dio un repaso al tiempo anual de la Iglesia de la Navidad a la Semana Santa y aprovechó para hacer apostolado a favor de los emigrantes que como la familia de Jesucristo se vio obligada a cambiar de lugar: "Es decir que Jesús nació fuera de su casa y enseguida es perseguido y tiene que emigrar con su familia. “Fui extranjero y me acogisteis” dice en el evangelio de Mateo. Siempre es bueno recordar, pero tal vez más ahora por los tiempos que corren, lo que dijo la Conferencia Episcopal en 2007: “El inmigrante no es “una fuerza de trabajo”, sin más, sino una persona. Con eso está dicho todo lo que a dignidad humana y derechos fundamentales se refiere”.
No eludió referirse a lo ocurrido en el año 36 del siglo pasado ni a los pasos que procesionaban antes de aquella fecha que "fueron destruidos y quemados ese año en la vorágine de furia, rabia y odio que estalló aquel mes de julio". No señala culpables "de aquella atroz guerra fratricida. Sólo constato un dato en relación con lo que nos ocupa : en julio del 36 - antes de que la República tratara de frenar la destrucción del Patrimonio artístico – en Ciudad Real rompieron y quemaron todos los pasos de nuestra Semana Santa, algunas de cuyas figuras estaban incluso atribuidas a Martínez Montañés. Aquella vorágine iconoclasta ocasionó pérdidas irreparables".
"Por desgracia, no puede restaurarse todo lo destruido, y mucho menos las muertes de los españoles que se mataron en una guerra fratricida, pero sí superar los odios y los arrepentimientos y organizarnos para que nunca se repitan ese tipo de episodios", pidió Barreda a los presentes.
También se refirió al interés turístico de la Semana Santa, pero advirtió: "Diré algo que espero que se entienda bien. Comprendo perfectamente el interés económico y social que tiene para la ciudad la declaración de Interés Turístico Nacional. Supone un reconocimiento a la importancia de nuestra Semana Santa y un reclamo para que venga más gente a conocerla y, de paso, a gastar en nuestros hoteles, bares y tiendas. No resto importancia a este aspecto pero tengo claro que, no obstante, para mí, la Semana Santa no es para el turismo. Al contrario, creo que es un buen momento para la introspección".
Y en lo más personal explicó: "En nuestra Semana Santa tengo vivencias contradictorias: siento la excitación de la primavera, la euforia de las calles llenas de gente, el olor de flores y cera, el espectáculo colorido de las túnicas, la belleza plástica de `los pasos´… pero también, y según cumplo años cada vez más, la melancolía del tiempo trascurrido, la nostalgia de las personas con los que compartí vivencias y que ya no están. Mis padres me llevaban a visitar los monumentos y a ver las procesiones, y les echo de menos, también a algunos amigos o, sencillamente a caras conocidas de la ciudad que sabes que nunca volverás a ver".
Barreda dedicó su discurso al obispo emérito de Ciudad Real, Rafael Torija, pregonero de la Semana Santa en 1985, y recordó con afecto al también recientemente fallecido Rafael Romero, que pronunció el Pregón en 1990. Dos eminentes antecesores en esta función en la que el expresidente autonómico elogió "la buena política que busca la reconciliación y la paz con justicia".
Concluyó su intervención, como hizo en el 92, con unos versos de su tío José Luis Barreda Treviño dedicados en este caso a La Dolorosa:
En el inmenso dolor
De la Virgen Dolorosa,
Está la madre amorosa
Divinizando su amor
¡Cuántas lágrimas Señor!
Mofa, escarnio, cruz, espino…
Están marcando el destino
El centurión y el sicario.
¡Ay! Qué cerca está el Calvario
¡Y qué largo es el camino!