Castilla-La Mancha se encuentra en un momento crucial de la pandemia. Este fin de semana, el último de agosto, la región se juega buena parte de sus opciones de tener un buen inicio de curso, y no sólo escolar, después de una semana en la que los datos han sido preocupantes. Los brotes se han incrementado y son varias las localidades que están bajo medidas más restrictivas para controlar la expansión del virus.

Basta tomar los datos proporcionados por la Consejería de Sanidad de este viernes y compararlos con los del anterior para comprobar la incidencia del COVID-19 en los últimos días en la región. En concreto, se ha pasado de los 22.115 casos totales desde el inicio de la pandemia a los 24.796, lo que da un saldo de 2.681 infectados detectados en una semana en la que, además, han fallecido diez personas.

Si el 21 de agosto contabilizaban 380 contagios en las últimas 24 horas, en el último parte facilitado por la Junta eran 507, marcando el pico de lo que parece tratarse de la segunda ola de la pandemia. Habría que excluir de este cálculo, evidentemente, los datos agrupados del fin de semana, que se presentan juntos cada lunes y son mucho mayores.

Especialmente significativo ha sido este aumento en la provincia de Toledo, la más castigada por la expansión del coronavirus en los últimos siete días. Si ya el viernes 21 se alcanzaban en ella los 182 contagios en las últimas 24 horas, el número de infectados ha ido creciendo paulatinamente hasta situarse en los 238 del último parte.

Presión asistencial

Si hay algo que la pandemia ha puesto a prueba es la capacidad del sistema sanitario para absorber los casos que se agravan. En este sentido, se ha hecho fundamental acudir cada tarde a comprobar la evolución de las camas convencionales y camas de UCI ocupadas por esta enfermedad. Si la semana anterior había 119 enfermos en los hospitales de la región, la cifra ha crecido este último viernes hasta los 186. Lejos aún de las dolorosas cifras de marzo y abril, pero en una clara línea ascendente.

Más sensible es si cabe el balance en las camas de UCI, donde se encuentran los pacientes en un estado más delicado y de las que más se necesitan en los momentos en los que la pandemia se recrudece. Si el viernes 21 sólo había nueve de este tipo de pacientes en los hospitales de la región, la cifra se ha multiplicado hasta llegar a los 23.

A prueba las restricciones

Conforme se ha ido complicando el escenario en la región, la Junta, a través de sus delegaciones provinciales de la Consejería de Sanidad, ha ido dictando medidas más restrictivas para aquellos municipios en los que se ha atisbado riesgo de transmisión comunitaria. Entre las localidades se encuentra, desde este jueves, la ciudad de Toledo.

Precisamente, la actuación en la capital regional calibrará si estas medidas son suficientes para contener la pandemia en una ciudad cercana a los 85.000 habitantes, pero donde cada día se recibe población de numerosas localidades limítrofes. Si no fueran efectivas y los contagios no frenasen, a buen seguro despertarán las críticas de algunos sectores económicos y sociales que ya han mostrado su malestar por unas decisiones que afectan gravemente a sus intereses.

Y lo que es más serio, la Junta ya ha demostrado que no va a temblarle el pulso a la hora de decretar confinamientos locales si los contagios y la situación epidemiológica lo requieren, a pesar del duro golpe económico que supondría para esos territorios y el conjunto de la región. Ya lo ha hecho en Villamalea, donde siguen sin poder entrar o salir del municipio, y sería el siguiente paso si no basta con las medidas restrictivas para contener la epidemia. Por ello, este fin de semana hay en juego mucho más que una situación más favorable para acometer la vuelta al 'cole'; se trata de ver si Castilla-La Mancha camina con prudencia hacia adelante o si tiene que empezar a mirar de reojo a los escenarios de marzo.