Castilla-La Mancha ha pasado de tener una incidencia acumulada a catorce días de unos 400 casos por cada 100.000 habitantes, cuando se declaró el nuevo estado de alarma el 25 de octubre, a los cerca de 1.300 casos con los que terminaba enero, ya plenamente instalada en la tercera ola del coronavirus y después de haber implantado medidas que, tras el relajamiento de la Navidad, se han tenido que endurecer por el crecimiento de los contagios y hospitalizaciones.
Desde el verano fue aumentando la incidencia con altibajos y, al igual que otras comunidades autónomas, en octubre Castilla-La Mancha era una de las que pedía al presidente del Gobierno un nuevo estado de alarma con el que poder establecer restricciones encaminadas a frenar el virus que, por aquel entonces, todavía no había puesto la capacidad hospitalaria contra las cuerdas y presentaba una tasa de ocupación hospitalaria de en torno al 14 % y la de UCI del 26 %.
A finales de enero, la ocupación de las UCI de Castilla-La Mancha era del doble, acercándose al 60 %. También se alcanzó el pico de fallecidos, 86 el 25 de enero tras el recuento del fin de semana.
La aprobación del estado de alarma, el 25 de octubre, por parte del Consejo de Ministros, fijó un toque de queda obligatorio para toda España, excepto Canarias, entre las 23:00 y las 6:00 horas, aunque dejó a las comunidades autónomas la potestad de retrasar o adelantar su activación una hora respecto a esa franja, como también la de confinar el territorio, completo o por provincias o municipios, y limitar el número de personas hasta un máximo de seis.
El Gobierno de Castilla-La Mancha primero fijó el toque de queda a las 23:00 horas, pero a los pocos días, después de escuchar al sector hostelero, lo retrasó a las doce de la noche hasta las seis de la mañana.
Así, el 29 de octubre se estableció ese horario de toque de queda, además del cierre perimetral de la comunidad para evitar los desplazamientos en los puentes festivos, y un máximo de seis personas en reuniones, lo que el consejero de Sanidad, Jesús Fernández Sanz, consideró que iba a ser "muy positivo" para combatir la expansión del virus, aunque ya recomendaba el autoconfinamiento de cada uno para evitar los contagios.
Castilla-La Mancha había pasado para entonces de una media de 600 casos diarios a una media de 900, pero con poca afectación de la capacidad asistencial, y con Toledo como la provincia más golpeada, así como también cambió el perfil de contagiados, de las personas jóvenes del verano a los mayores de 65 años otra vez .
Ante la evolución de la pandemia, el Gobierno de Castilla-La Mancha fijó el toque de queda de los días de Nochebuena y Nochevieja a las 0.30 horas y no a las 1.30 horas había acordado unos días antes, sin embargo, levantó otras medidas de manera excepcional y, así, entre el 23 de diciembre y el 6 de enero se pudo entrar y salir de la región para desplazarse a otros territorios que fueran lugar de residencia habitual de familiares o allegados.
Y también, de manera excepcional, se permitió que en las comidas y cenas navideñas se pudieran reunir hasta diez personas.
Con el fin de las fiestas navideñas, se volvió al confinamiento perimetral de toda la comunidad autónoma, de la que solo se puede entrar y salir por alguno de los motivos previstos en el decreto del estado de alarma, y a un máximo de seis personas en las reuniones, salvo que se trate de convivientes.
Pero se empieza a detectar un incremento de la presencia del virus y, el 13 de enero, la Consejería de Sanidad ordena el confinamiento perimetral de todos los municipios de la provincia de Ciudad Real debido a la alta incidencia de la covid-19, así como el cierre de bares, restaurantes y demás establecimientos de hostelería, de centros comerciales y de actividades culturales o de ocio y de gimnasios, mientras que el toque de queda se fijó desde las 22:00 hasta las 7:00 horas.
Solo unos días después, el 18 de enero, el presidente de Castilla-La Mancha compareció para explicar que esas medidas se extendían a toda la región durante diez días porque, como dijo: "no tenemos más remedio, no hay alternativa, no tenemos otra opción y era necesario "combatir la espiral de contagios que se ha producido a raíz de las fiestas navideñas".
Transcurridos los diez días, el ejecutivo castellano-manchego prorrogó por otro periodo igual las restricciones puesto que aunque se ve una "tendencia" a la estabilización de los contagios, no se puede "bajar la guardia", de manera que siguen cerrados los establecimientos de hostelería, de ocio y culturales y los centros comerciales salvo para productos de primera necesidad, y el toque de queda continúa desde las 22:00 horas, porque el estado de alarma no permite adelantarlo a las 20 horas como pedían algunas comunidades entre ellas Castilla-La Mancha.
Aunque Castilla-La Mancha está "en un periodo de estabilización", se encuentra en la parte alta de la tabla de comunidades autónomas, con una incidencia acumulada de más de 1.300 contagios por 100.000 habitantes, el porcentaje de camas ocupadas por pacientes covid-19 asciende al 35,3 % (todas las provincias por encima del 25 %) y en unidades de críticos está al 60,7 % (tres provincias próximas o superiores al 60%).
Sanidad revisará el día 8 de febrero la situación epidemiológica para decidir si prorroga las restricciones o las puede ir levantando.