"Una aventura de tres meses para poner en práctica lo que estás aprendiendo y para conocer a gente. ¿Qué más se puede pedir?". Así comienza a relatar su experiencia Ignacio Corbalán, uno de los 54 estudiantes de la Universidad de Castilla-La Mancha que han participado este año en el Erasmus Rural, un proyecto piloto para acercar a los jóvenes a la España vaciada ofreciéndoles prácticas remuneradas en pueblos de la región con menos de 5.000 habitantes.
Este estudiante de Ingeniería Forestal llegó el 1 de julio a Cañamares -un municipio conquense de 467 habitantes- para trabajar en una empresa dedicada al turismo rural. Apasionado del monte y de la naturaleza, tuvo claro desde el primer momento que quería vivir esta experiencia y, una vez finalizada, admite que la repetiría "sin dudar". Incluso se plantea mudarse a un pueblo pequeño ahora que ha terminado sus estudios.
"Me han tratado como a un hijo"
Ignacio, natural de Lorca (Murcia), aterrizó en la Serranía de Cuenca sin conocer a nadie y con algo de vértigo, pero sus jefes -que ya se han convertido en "familia"- le arroparon desde el primer minuto. "En cuanto llegué me dijeron que me iban a tratar como a un hijo y así fue. A día de hoy todavía me llaman para saber cómo estoy", señala. Además, fueron ellos quienes le ayudaron a encontrar alojamiento para pasar el verano.
La labor de este joven de 22 años consistía en organizar rutas y guiar actividades en contacto con la naturaleza, principalmente las de piragua. Una tarea que le ayudó a conocer a mucha gente relacionada con su ámbito de estudio. Pero además de trabajar, también aprovechó el verano para conocer el entorno y las costumbres de este pequeño municipio que, según dice, le ha enamorado. "Se conocían todos los vecinos como si fueran familia. Yo salía por la calle y la mayoría de gente ya sabía quién era. Los que no, me preguntaban sin cortarse: «¿Y tú de quién eres?»", cuenta entre risas.
Ya han pasado tres meses desde que Ignacio terminó su estancia en Cañamares y reconoce que no cambiaría esta aventura "por nada del mundo". "Ha sido un lujo. Nadie se imagina la calidad de vida que te encuentras y la cercanía de la gente. Si ahora mismo tuviese la oportunidad de encontrar trabajo en un pueblo así, me iría sin dudarlo", dice. Pero Ignacio no ha sido el único de su clase en vivir esta experiencia. Una compañera suya también se lanzó a la aventura.
Se llama Sonia Bernabé y es de Redován (Valencia), aunque estudia en Albacete. A sus 24 años, el Erasmus Rural le ha llevado hasta el Ayuntamiento de Elche de la Sierra -un municipio albaceteño de 3.624 habitantes- para encargarse del control de caminos. "Estaba buscando prácticas, pero todas eran en capitales. Un profesor me comentó la idea y me encantó. A mí lo que de verdad me gusta es el monte", relata. Para esta joven, lo más interesante ha sido poder conocer cada rincón del municipio. "Me han brindado cualquier oportunidad de experimentar cosas nuevas".
"Mi primer día fue una aventura"
Sonia recuerda su primer día como "una aventura". No conocía a nadie y tenía que buscar alojamiento, aunque tardó apenas unas horas en encontrarlo. Al día siguiente, en cuanto puso un pie en el Consistorio, los concejales le enseñaron el pueblo y le presentaron a muchos vecinos. "Fueron muy amables y cercanos conmigo. En una ciudad grande es impensable que te acojan de esta manera", señala.
Para esta estudiante de Ingeniería, el día a día que ha vivido en Elche de la Sierra ha sido "extraordinario". "Por las mañanas trabajaba y por las tardes salía a pasear por el campo o jugaba al pádel con gente de allí. Al final de la tarde tenía clases de natación y por la noche salía con mi silla a tomar el fresco con los vecinos. No me he aburrido en absoluto", cuenta.
Respecto a las ventajas de vivir en un pueblo, Sonia resalta "la tranquilidad de salir por la calle e ir andando a todos los sitios y la cercanía con la gente" y recomendaría esta experiencia a cualquier persona que se la esté planteando. "Aquí todo el mundo se conoce y tienes todo a un paso. Además, pienso que en los pueblos hay muchas oportunidades de trabajo y se encuentran igual que en una ciudad", destaca.
"En el entorno rural sí hay trabajo"
Lo mismo opina Andrés Lillo, un estudiante de Administración y Dirección de Empresas que se trasladó hasta Villaescusa de Haro (Cuenca) -con 470 habitantes- para liderar el proyecto turístico del municipio. "Estas prácticas demuestran que un entorno rural tiene las mismas oportunidades de trabajo que una gran ciudad. En las grandes ciudades hay mucho trabajo, pero también muchas más personas", dice.
Este joven, natural de Las Pedroñeras y apasionado del marketing, ha ayudado al Ayuntamiento con la creación y promoción de las redes sociales, la página web y los planes turísticos. Según cuenta, lo más gratificante ha sido ver cómo todo esfuerzo tiene su recompensa. "El pueblo pasó de no tener turistas a tener más de 1.300 durante los tres meses de verano. Un día me quedé de piedra porque vinieron 30 coches desde Perú a ver Villaescusa. Me dijeron que lo habían conocido a través de redes sociales".
Para Andrés, lo mejor de todo es que "las empresas que han pedido participar en este proyecto necesitan de verdad a alguien". Por ello, considera que todo aquel que se anime "va a estar haciendo prácticas con las que va a aprender mucho, porque es posible que nadie más que se encargue de ese trabajo".
Casi 1.000 euros al mes
Todos los estudiantes que han participado en este programa han recibido una beca de 500 euros brutos al mes. Además, se ha concedido otra ayuda de 450 euros, en concepto de desplazamiento y manutención, a aquellos que no residen en el mismo municipio en el que han realizado las prácticas.
En esta primera edición del Erasmus Rural -que ha sido todo un éxito- la UCLM ha recibido más de 300 solicitudes de alumnos. Sin embargo, solo se han podido atender 54. Antes estos datos, el rector, Julián Garde, señalaba hace unos meses que el reto de la Universidad, del Gobierno regional y de las diputaciones provinciales es que en la próxima edición se superen estas solicitudes.