La noticia es alucinante y la ha publicado en El Mundo el periodista Roberto Mangas y también se ha hecho eco este periódico. Pintar una bandera de España en un trabajo de clase podría ser motivo de sanción grave en un instituto de Guadalajara. Impactada me quedo. Loca, apabullada. Tres alumnos de tercero de la ESO, fieros adolescentes, fueron advertidos por su profesora tras corregirles un mural sobre Caravaggio en el que incluyeron, qué malvados, la insignia nacional. ¡La bandera de España! ¡Intolerable! “Cuidado con este tipo de alusiones políticas porque pueden ser motivo de sanción grave”, escribe valientemente la docente al corregir el trabajo de la muchachada. Maravilloso: alusiones políticas. Los chicos, de 14 y 15 años, han sobrevolado la expulsión y uno de ellos ha cometido la grave imprudencia, quién sabe si punible, de llevar una pulserita de Vox, que tal vez por ahí empiece todo. El mundo ha perdido el sentido del humor.
No sé qué habrá pasado antes y después de este escandalito, pero hechos de este tipo tal vez no convenga pasarlos por alto. La intolerancia, ya lo vimos en este chico Will Smith en la noche de los Oscar, se está haciendo la reina de la noche y ya nadie tiene talento, ni ganas, ni ánimo, ni risas para salirse del carril de la corrección política, el buenismo y los lugares comunes de lo progre y chupiguay, que es como decir que nos vamos despeñando por la tontería general y el entierro de algunas libertades. El punk ha muerto, viva el punk. No sé si la consejera de Educación, Rosana Rodríguez, ha entrado a poner orden y cordura en este asunto, pero el incidente merece una pensada y revisar los estigmas que les vamos colocando a los chiquillos, que tal vez los estemos convirtiendo en muñequitos, autómatas y uniformados. Por mi parte, que vivan España y su bandera, aunque me multen por ello.
Total, que voy echando un vistazo alrededor y me encuentro, a bote pronto, con el lío sin resolver que tiene montado el PP en la provincia de Toledo, que es como un huracán que viene y va y nunca termina de amainar. El bueno de Paco Núñez, presidente regional de los populares, no gana para bomberos en estos incendios toledanos, aunque ya le toca al presidente provincial, Carlos Velázquez, dejarse de enredos, o lo que sea, y poner paz donde ahora mismo hay tantas turbulencias. Un partido unido, pongamos el PSOE de Emiliano García-Page, gana elecciones, pero un partido a garrotazos, las pierde siempre. De nada, Charly, querido.
En fin, no dejo de pensar que leo demasiadas novelas de espías y agentes infiltrados. Así que empieza a entrarme hambre y me voy a la verdadera noticia del día en Castilla-La Mancha: el mejor bocadillo de España lo hace un joven cocinero de Cuenca, de nombre Máximo Benagues, que lo prepara en el restaurante Neotaberna Santerra de Madrid y que está elaborado con ventresca de atún rojo, grasa de entrecots madurados, piquillos confitados, piparras encurtidas, mostaza antigua, queso cheddar ahumado y algunos canónigos. De lujo. Paso, que voy.
Fernández Sanz y la sanidad regional
No digo nada, pero el alboroto profesional en la sanidad de Castilla-La Mancha empieza a extenderse. El cabreo parece no remitir y casi a diario nos salta una noticia sanitaria de protesta, malestar, agresión o conflicto laboral. Es lo que hay. Entiendo el esfuerzo del consejero de la cosa, Jesús Fernández Sanz, y de la directora-gerente del Sescam, Regina Leal, por engrasar la maquinaria, pero algo parece que alguien no hace bien cuando los profesionales andan tan mosqueados y salen tanto a la calle. No todo lo que reluce es oro. Ahí lo dejo.